Lo que Dios considera más importante
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lucas 19:9, DHH).
Pocas personas son tan expresivas y voluntariosas como los nuevos creyentes, que se sienten agradecidos por la misericordia de Dios. Así estaba Zaqueo: agradecido y en su primer amor hacia un Jesús que le había devuelto la dignidad, le había perdonado sus faltas y le había dado esperanza de salvación.
Todo esto llevó a Zaqueo a hacer un impactante anuncio durante el banquete celebrado en su casa en honor a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado” (Luc. 19:8, LBLA). ¡Qué anuncio! Seguramente hoy Zaqueo hubiese recibido reconocimientos y felicitaciones por su gran gesto; pero en este caso, Jesús no le dio elogio alguno directamente, ni tampoco resaltó la obra de caridad que acababa de anunciar, sino que se aseguró de que nada ni nadie opacara lo más grande que acababa de producirse: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Luc. 19:9, DHH).
Dios quiere que sepamos que la experiencia cristiana no debe basarse nunca en lo que nosotros hemos hecho, estamos haciendo o podremos llegar a hacer. Cualquiera que llegue a creer que merece la salvación por el comportamiento que ha tenido en el pasado, por lo que tiene en mente hacer en el futuro o por el sacrificio que está realizando en el presente, está desvirtuando el plan de Dios para la salvación y está en camino de hacer su vida miserable.
Jesús nunca le dio más importancia a lo que la gente hacía para Dios que a lo que Dios hacía para la gente o a la relación entre la persona y Dios. Cuando los discípulos se quedaron impresionados con los donativos y ayudas de un centurión romano, lo que llamó la atención de Jesús fue la enorme fe que tenía aquel hombre. Cuando las personas comenzaron a calcular la cantidad de dinero que Zaqueo iba a dar a los pobres, lo que celebró Jesús fue el hecho de que la salvación había llegado a su casa, de que por fin Dios había alcanzado a aquel hombre, de que se había cumplido el sueño de Dios de salvar a uno más. Lo que había que celebrar era eso, porque el anuncio de Zaqueo no era más que una respuesta a lo que había hecho Dios con él.
Lo que tienes que celebrar hoy es lo que Dios hace por ti. Lo que haces tú por él es solo una respuesta de amor y gratitud.