
«Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán, de ser posible, aun a los escogidos» (Mateo 24: 24, RVA15).
Los diccionarios definen la «mentira» como cualquier afirmación que se hace sabiendo que no es verdad. Y que eso incluye cualquier expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. La gravedad de la mentira está en su intención de engañar.
Como Dios es verdad y amor supremos, Jesús puede afirmar categóricamente, en este pasaje, que la naturaleza de Satanás se manifiesta precisamente en su empeño de separarnos de Dios para engañarnos y hacernos todo el daño posible. La mentira es lo que lo define desde sus primeras palabras a nuestros primeros padres: «No morirán» (Gén. 3: 4, RVC).
Desde entonces hasta ahora el diablo no ha dejado de mentir y de intentar engañarnos. «El diablo […] cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira» (Juan 8: 44). Jesús nos advierte de que, a medida que se acerca el fin, el diablo arreciará con sus mentiras, cada vez más sutiles y perversas, con la intención de apartarnos de Dios, a través de sus agentes humanos, «de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos» (Mat. 24: 24, RVA15).
Eso significa que estos tiempos del fin no son buenos para la verdad. El enemigo de la verdad está haciendo todo lo posible para confundir a la humanidad, a fuerza de mentiras. Para ello ha conseguido incluso que el valor financiero de la mentira haya ido subiendo hasta superar todas las cotas conocidas hasta ahora.
Y es que la mentira es muy rentable. A base de mentiras se imponen presidentes, aunque aparentemente hayan sido votados de manera democrática. A base de mentiras los gobiernos, los bancos y las grandes empresas se hacen con nuestro dinero, nos persuaden, convencen, controlan y estafan, destruyendo cualquier resistencia u oposición, para vendernos lo que sea. A base de mentiras los agentes del enemigo de Dios intentan «engaña[r] a los habitantes de la tierra» (Apoc. 13: 14), y consiguen apartar a millones de seres humanos del camino de la salvación.
Para esos poderosos de esta tierra la mentira es hoy una inversión sin riesgos reales y con altísimos beneficios. Alguien ha dicho que su lema de acción parece ser: «A los votantes hay que engañarlos, a los consumidores hay que mentirles para tenerlos endeudados, y a los jóvenes y demás espectadores hay que mantenerlos entretenidos con ficciones… La cuestión es que nadie piense. Y, sobre todo, que nadie averigüe la verdad».
Señor, líbrame hoy de la fascinación de la mentira. Por encima de la confusión que me rodea, quiero escuchar la voz de Dios.

