Vivamos para él
“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos” (2 Corintios 4:1).
En 2 Corintios 4, el apóstol Pablo declara que ha predicado el evangelio de Cristo con responsabilidad, sinceridad y esfuerzo. Y eso provocó persecuciones. Desde luego, estas persecuciones contribuyeron a la gloria de Dios, y fueron benéficas para la iglesia porque mantienen la unidad entre hermanos y también la dependencia de Dios; y fueron de provecho para el propio Pablo.
Hay muchas enseñanzas preciosas del apóstol. Aquí les dejo algunas:
1. Así como Pablo, debemos rechazar las cosas que traen vergüenza. ¿Por qué? Porque ser cristiano y ser dirigente exige transparencia y buen ejemplo. La gente debe ver en nosotros un modelo correcto a seguir. No debemos practicar cosas que vengan a avergonzar a nuestro Dios.
2. Quien predica no debe predicar temas de su interés, no debe hablar de sí, no debe perder tiempo contando historias. El predicador debe hablar de Cristo y llevar a la gente a Cristo.
3. El tesoro, que es el conocimiento de la gloria de Dios en Cristo, fue entregado a nosotros, simples mortales. Como verdaderos jarros consagrados, debemos contener el tesoro de Cristo, para compartirlo con las personas que lo buscan.
4. En todo somos atribulados porque estamos en medio de una lucha espiritual. Pero la angustia no nos interesa porque la gracia de Cristo nos sostiene. En algunas situaciones nos quedamos perplejos, tenemos dudas, pero no por eso nos desanimamos, porque tenemos confianza en nuestro Dios.
5. Lo que sufrimos o lleguemos a sufrir es leve y momentáneo, en comparación con la gloria futura que tendremos junto a Cristo.
En los escritos de Pablo encontramos dos misterios: el de la iniquidad y el de la piedad. El primero es un misterio porque en un mundo perfecto se introdujo el pecado y la corrupción, más allá de que sepamos que aquella criatura que fue hecha perfecta usó mal su capacidad de elección, y en su independencia originó el mal, y perdió la vida.
Para resolver este misterio de iniquidad, Dios lo contrapone con el misterio de la piedad. El Dios del Universo se encarnó por nosotros. Solo a la luz de su misericordia podemos, en parte, entender su amor, asunto que será tema de estudio por la eternidad.
Sí, Jesús decidió morir por nosotros porque no quería vivir sin nosotros. Vivamos hoy para él.