Matutina para Adultos | Domingo 20 de julio de 2025 | Encuentros bienhechores

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Matutina para Adultos

«Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y lo seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos» (Juan 6: 1-2).

ran solo los milagros sobrenaturales lo que hacía tanto bien a los enfermos que acudían a Jesús? ¿Qué pasaba en sus encuentros, que transformaba la vida de tantas personas hasta el punto de restaurar su salud?

Los especialistas saben hoy que la forma en que interactuamos con los demás es capaz de afectarnos incluso a nivel bioquímico. Para bien o para mal. Conscientes o inconscientes, todos podemos tener actitudes tóxicas que nos hacen daño. La actitud de Jesús era todo lo contrario. Su contacto ya era beneficioso. «De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba el cuerpo, el espíritu y el alma» de quienes acudían a él.

¿Por qué? La gente sentía que su simple presencia bastaba para hacerles bien. Si nos atreviéramos a usar un lenguaje más actual, diríamos que los encuentros con Jesús les bajaban los niveles de cortisol, la llamada «hormona del estrés». Notaban que podían confiar en Jesús porque no los juzgaba y los trataba con respeto y amor, aliviaba sus penas y les transmitía su paz.

Hoy en día, sabemos que hay razones científicas que explican el efecto terapéutico de ciertos encuentros. Los expertos incluso hablan de «hormonas y neurotransmisores de la felicidad». Y hasta les ponen nombres tales como serotonina, endorfinas, dopamina, oxitocina.

Dicen que la serotonina, llamada la hormona del bienestar, regula nuestras emociones suscitando sentimientos de paz, relajación, autoestima, actuando como un inhibidor de la agresión y de los sentimientos negativos. Las endorfinas suelen estar relacionadas con sensaciones placenteras, porque alivian la percepción del dolor. Cuando disfrutamos de algo, las endorfinas se liberan en nuestro cuerpo, con muchos efectos positivos en nuestra salud en general.

La dopamina tiene un efecto estimulante que facilita la sensación de recompensa. Conocida como el neurotransmisor del placer, nos empuja a realizar acciones que encontramos gratificantes, positivas y agradables. Y la oxitocina, llamada por algunos la hormona de la seguridad, al ser liberada en nuestro organismo reduce los niveles de cortisol. Algunos la llaman la «hormona del abrazo», porque puede empezar a actuar a partir de simples gestos percibidos con expresiones de afecto.

Todo esto Jesús lo hacía muy bien, y sin aparente esfuerzo, muchos siglos antes de que alguien se dedicara a ponerle nombres técnicos. La gente sabía por experiencia que su contacto con él les hacía bien y aliviaba sus dolencias. Y a muchos, eso les bastaba.

Señor, deseo que me acompañes en todos mis encuentros de hoy, para que sean bienhechores.

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