Cómo pagar todas las deudas
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley” (Romanos 13:8).
Vivimos en un tiempo de deudas. Las personas, las familias, las instituciones y hasta los países están endeudados. Se dice que el ser humano tiene tres centros nerviosos: el cerebro, el corazón y… ¡el bolsillo! Al parecer, solemos inquietarnos más cuando nos tocan el bolsillo que cuando están en juego el cerebro y el corazón, ¿verdad? En el texto, Pablo no dice que no debemos pedir prestado dinero; dice que si estás debiendo algo, debes pagarlo. A veces la deuda es legítima, y se dedica a suplir necesidades reales. Otras deudas podrían haberse evitado.
Las deudas generan complicaciones adicionales. Por ejemplo, muchas relaciones entre familiares y amigos se han visto afectadas por las deudas. Ya lo decía Séneca: “Por una pequeña suma de dinero, se vuelve uno tu deudor; si la suma es grande, se vuelve tu enemigo”.
La Biblia nos desafía a evitar la codicia, el materialismo; a hacer previsión, a constituir ahorros y aprender a contentarnos. Pero, más allá de toda actitud y hábito de cuidado, pueden existir situaciones que hacen necesario endeudarse. No tener deudas sería la manera más segura de evitar que se venza el plazo; pero, si existen, Pablo recomienda que se cancelen lo antes posible.
Elena de White también nos aconseja al respecto:
“La clase de educación más alta que pueda darse es la consistente en evitar las deudas tanto como se evitaría la enfermedad” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 470). Y agrega que podemos vivir en armonía con las entradas, mantener los gastos dentro de esos límites, aprender a economizar, huir de la complacencia egoísta, evitar la ostentación, no gastar en lo innecesario, y no usar las deudas como excusa para dejar de ser fieles en la devolución de los diezmos o generosos con las ofrendas,
El cristiano podrá pagar todas sus deudas, pero Pablo asegura que hay una que nunca podrá pagar: amar al prójimo como respuesta al amor que recibimos de Jesús. Esta es una obligación que nunca será saldada mientras haya un prójimo a quien amar.
Cuando Jesús realizó el milagro de alimentar a la multitud, además de amarlos, les enseñó una lección de economía. Dijo a los discípulos que juntaran todo lo que sobró sin que se perdiera nada.
Que Dios te ayude hoy a cancelar todas tus deudas. Menos una, ya que debemos recordar que “deuda de dinero y deuda de gratitud son cosas diferentes” (Cicerón). Las deudas de dinero se pagan; las de amar al prójimo como expresión de gratitud a Dios duran toda la vida.