Una antigua montaña
“Y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).
Es considerada una obra maestra de la arquitectura y de la ingeniería. Sus peculiares características arquitectónicas y paisajísticas, y el velo de misterio que envuelve la zona, la han convertido en uno de los destinos turísticos más populares del planeta. Nos referimos a Machu Picchu, un conjunto cultural y ecológico que fue declarado Santuario Histórico Peruano en 1981; Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1983; y desde el 7 de julio de 2007, como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno.
Ubicada en la Cordillera Oriental del sur del Perú, a 2.430 metros sobre el nivel del mar, en la región Cusco y sobre el Valle Sagrado de los Incas, el nombre Machu Picchu proviene del quechua y significa “Vieja montaña”. Anualmente, 1.000.000 de personas visitan el lugar, fascinadas y admiradas por la maravilla de esta antigua montaña.
Yo también quedé fascinado y tengo admiración, pero por otra maravilla: Cristo, la antigua Roca. Pablo nos recuerda que todos bebieron la bebida espiritual. La Roca en el desierto había satisfecho la sed del pueblo. Asimismo, Cristo seguía apagando la sed de sus hijos.
El Señor hizo todo para salvarlos; ellos hicieron todo para perderse. En lugar de ser alimentados y pastoreados en la nueva tierra que fluía leche y miel, fueron esparcidos y desparramados por el desierto. Las promesas y las bendiciones no aseguran inmunidad incondicional; debemos acercarnos a Dios permanentemente.
Lo que ocurrió con el pueblo en el viaje de Egipto a Canaán es un llamado de atención para todos los que viajamos a la Canaán Celestial.
Querido lector, esa antigua montaña, que es Jesús, la verdadera Roca, te sigue, quiere apagar tu sed, alimentar tu alma, y se resiste a que quedes desparramado en este desierto de pecado. La Roca quiere guiarte y llevarte a la Canaán celestial. Solo tienes que seguirlo siempre, bebiendo, alimentándote de él y compartiéndolo, hoy y cada día. Ya lo decía Spurgeon: “La vida es una caminata. Cada día damos pasos. Nuestro mañana está determinado por los pasos que damos hoy”.