No escondas la cabeza
“Os ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquel atrevimiento con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviéramos según la carne” (2 Corintios 10:2).
En todos los ambientes (familia, trabajo, iglesia y amigos) podemos enfrentar conflictos. Resolverlos no es fácil. Existen situaciones muy complejas, nuestras emociones están fuertemente involucradas, nos bloqueamos y nos faltan estrategias. El conflicto se inicia cuando alguien o algo nos afecta, creemos que nos afecta o nos parece que puede llegar a afectarnos. Einsten nos muestra un camino: “No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”.
¿Cómo enfrentó Pablo los muchos problemas que tuvo en Corinto?
- Encaraba con firmeza y coraje. Era directo. No negociaba con principios.
- Destacaba y valoraba todo lo positivo.
- Era honesto y preciso tanto en su conducta como en sus discursos.
- Acompañaba el proceso, daba la cara, iba de frente.
- Trataba con consideración y amabilidad.
- Buscaba siempre resaltar el mensaje y la actitud de Cristo.
- Usaba la disciplina como último recurso.
El avestruz, originaria de África, tiene una cabeza pequeña, ojos grandes y patas largas y musculosas que le permiten correr a 70 kilómetros por hora. Sus alas pequeñas no le permiten volar, solo lo ayudan a impulsarse, a equilibrarse al correr y como mecanismo de defensa, ya que las agita para atacar a posibles depredadores. Es la más grande y la más pesada de todas las aves que aún existen, ya que puede alcanzar los 3 metros de altura y pesar unos 180 kilos.
Más allá de todo esto, cuando el avestruz está en presencia de un peligro, baja la cabeza a ras del suelo para pasar desapercibido y parecer un arbusto. Esto dio origen al dicho popular “no escondas la cabeza como el avestruz”, para ilustrar a los que prefieren esconderse sin hacerse cargo.
Tenemos que ser amos y no esclavos de las circunstancias. La promesa es segura y fuerte: “Todo ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer” (Elena de White, La educación, p. 16). Siempre es mejor no esconder la cabeza como el avestruz.