“Eres mío”
“El que te formó dice: ‘No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mío’ ” (Isaías 43:1, NTV).
En 1626 Peter Minuit, el director general de la Colonia Holandesa de Nueva Holanda, hizo el negocio del siglo. Tras arribar a Norteamérica comenzó a buscar territorios que tuvieran mucha rentabilidad para la corona holandesa. El señor Minuit puso toda su atención en la isla de Manhattan. ¿Sabes cuánto costó la que ahora es una de las zonas más exclusivas del mundo? Minuit se sentó a negociar con los nativos, y luego de entregar ollas, hachas y ropas equivalentes a 60 guilders, la moneda holandesa de aquellos tiempos, la isla cambió de dueño. El valor de 60 guilders en 1626 serían unos 15.000 dólares en 2023. ¿Y sabes cuánto vale Manhattan en la actualidad? Un trillón de dólares. Estoy seguro de que los nativos norteamericanos no tenían la más mínima idea del valor de sus territorios.
Lo cierto es que el error de ellos se ha perpetuado en la vida de todos nosotros. El ser humano no alcanza a comprender su valor ni su grandeza. Dice el salmista que Dios nos hizo un poco menor que los ángeles, que nos coronó de honra y de gloria, y que todo lo que hay en este planeta fue colocado debajo de nuestros pies: “Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar; ¡todo cuanto pasa por los senderos del mar!” (Sal. 8:7, 8). Sin embargo, ignorantes de nuestro valor, decidimos hacer un negocio y nos vendimos al pecado (ver Rom. 7:14). ¿Y cuánto recibimos por darle nuestra vida a ese malvado poder? Mucho menos de lo que pagó Minuit. El profeta lo dice enfáticamente: “Ustedes fueron vendidos por nada” (Isa. 52:3, TLA). Satanás no ofrece nada por nosotros, de gratis nos entregamos a él.
El que conoce con precisión el valor de la vida humana es nuestro Creador. Y aunque nosotros nos consideremos la peor baratija del universo, él nos mira como su más preciada posesión:
“El que te formó dice: ‘No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mío’ […].Eres muy precioso para mí. Recibes honra, y yo te amo” (Isa. 43:1, 4, NTV). ¡Para Cristo, tú eres profundamente valioso, igual que todos los demás que te rodean!