Dios te quita la sequedad
“Yo derramaré aguas sobre el sequedal, ríos sobre la tierra seca” (Isaías 44:3).
Nuestro Dios se especializa en lo imposible. De hecho, parece que le gusta lidiar con ese tipo de situaciones, o de lo contrario no estaría trabajando con nosotros. El texto de hoy nos muestra esa capacidad de nuestro Dios: él derrama aguas sobre nuestro sequedal; ríos sobre nuestra tierra seca.
Todos sabemos que el sequedal es un terreno muy seco porque no cae agua sobre él, y que la tierra seca está lejos de donde hay un río; pero Dios dice que cambiará esa situación. Esta promesa divina, que fue dirigida originalmente al pueblo de Israel mientras atravesaba circunstancias adversas, pinta un cuadro realista de cómo estaba la condición espiritual del pueblo de Dios en ese tiempo, utilizando las imágenes de un sequedal y de la tierra seca. Las aguas y los ríos representan la obra de Dios para cambiar la situación tornándola favorablemente distinta. Esta promesa hecha por el Señor también nos ayuda a nosotros hoy a entender la forma en que piensa Dios de nuestra espiritualidad.
En primer lugar, aquí Dios nos muestra que no se queda indolente ante el cuadro de sus hijos que enfrentan problemas espirituales. Sea lo que fuere que esté ocurriendo en este momento en tu vida, debes saber que Dios está obrando por medio de influencias visibles e invisibles para ayudarte en tu mayor necesidad. La expresión “yo derramaré aguas” es una garantía de que Dios está obrando para cumplir su propósito en tu vida.
En segundo lugar, la promesa parece indicarnos que hay una condición básica para que podamos recibir las bendiciones de Dios: reconocer nuestra necesidad espiritual de él y de la ayuda que puede darnos. Si alguien reconoce que su vida es un sequedal espiritual, un terreno seco, puede estar seguro de que, sobre ese terreno, Dios derramará aguas de vida como ríos.
En tercer lugar, podemos ver aquí que, si no nos damos por vencidos, al final seremos triunfadores en Cristo. Nada ni nadie, excepto una decisión propia, podrán impedir que Dios restaure a sus hijos y traiga para ellos el bien.
El centro del mensaje de Isaías 44:3 no es que estamos secos, sino que Dios derramará ríos de aguas de vida en nosotros. Por eso nuestros ojos no deben estar fijos en las áridas circunstancias que nos rodean en este momento, sino en el generoso y abundante Dios que está obrando en nosotros. ¡Derrama tus aguas, Señor!