Dios te corona de favores
“Bendice, alma mía a Jehová, […] el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Salmo 103:1, 4).
Desde la perspectiva de lo que Dios hace por nosotros, el Salmo 103 es un buen documento para conocer cómo es él. En el versículo 4 tenemos otros dos beneficios que nos concede, y en los que podemos meditar cada día.
Él “rescata del hoyo tu vida”. “El hoyo” lo podemos entender de dos maneras: 1) como esa circunstancia o situación que nos mantenía alejados de Dios y sumergidos en la maldad y el pecado. En este sentido, el hoyo representa la vida sin propósito, sin conocimiento de Dios; una vida de apatía espiritual y sin interés por las cosas religiosas. 2) “El hoyo” también significa las veces en que literalmente Dios salvó nuestra vida de algún peligro, porque aun cuando el mayor peligro es el pecado que nos separa de Dios, lo cierto es que, por la protección divina, todos hemos sido preservados físicamente de muchos peligros, para poder tener la oportunidad de conocerlo y ser rescatados por él.
En el evangelio, la salvación se presenta como un rescate que Dios hace. Esto significa que la persona rescatada se encontraba prisionera o en una trampa de la cual no podía salir por sus propias fuerzas. Por eso es tan lindo este retrato de nuestro Dios, que viene al hoyo del que no podemos salir y nos rescata; que viene a enfrentar directamente al que nos tiene secuestrados y reclamándonos el pago del precio por nuestro rescate, y Dios, por su gracia, paga ese precio. En realidad, el versículo 4 del Salmo 103 es el evangelio puro en el Antiguo Testamento.
Él “te corona de favores y misericordias”. Aquí queda Dios retratado como alguien que es extremadamente amoroso en su trato con nosotros. Ya con que nos haya rescatado de todos nuestros hoyos es más que suficiente y, de hecho, nos posiciona en deuda con él; pero no solo nos saca del hoyo, sino también nos llena de todas las bendiciones que nos habíamos perdido cuando estábamos en el hoyo, y multiplica sus misericordias en muchos otros aspectos de nuestra vida. Lo que el salmo dice aquí es que Dios impidió que fuéramos tratados como merecíamos y, en lugar de eso, nos trató como no merecemos. Esto se llama gracia, favor inmerecido, regalo infinito, amor en grado sumo.
No nos queda otra que expresar a viva voz y con entusiasmo, junto con el salmista: “¡Bendice, alma mía, a Jehová!”