Matutina para Adultos | Jueves 24 de Abril de 2025 | Buscando más luz

Matutina para Adultos | Jueves 24 de Abril de 2025 | Buscando más luz

Buscando más luz

«Los que actúan conforme a la verdad buscan la luz para que aparezca con toda claridad que es Dios quien inspira sus acciones» (Juan 3: 21, LP).

Con estas palabras de Jesús, cargadas de esperanza, resonando en sus oídos se marchó Nicodemo aquella noche. El inquieto intelectual había encontrado más que un maestro. Sin embargo, aunque se fue marcado para siempre por su mensaje desconcertante, le costaría mucho tiempo reaccionar a su invitación.

Hay nacimientos espirituales muy rápidos, y gestaciones increíblemente largas.

Nicodemo fue desde el principio un «discípulo de la noche» (ver Juan 3: 1-2), un seguidor de Jesús en la sombra. Como todos los que quisieran seguirle, pero dudan, no por falta de convicción, sino por falta de valor. Paralizados por el qué dirán y la cautela, admiran a Jesús, pero no se atreven a pronunciarse en su favor, corriendo hasta el final el riesgo de no salir del grupo de los tibios a quienes, según la metáfora bíblica, Dios vomita de su boca (ver Apoc. 3: 14-22). Tienen miedo a comprometerse, porque saben cuán difícil es remar contra corriente.

Nicodemo desearía nacer de nuevo, pero no llega a romper la cáscara fosilizada de su viejo yo. Habiendo podido ser desde aquella noche un hombre nuevo al servicio del evangelio, Nicodemo seguiría tres años más al servicio de la vieja ley como simple jurista.

Solo tres años después, cuando el alto clero decidió acabar de una vez con el revolucionario predicador, Nicodemo se atrevería por fin a arriesgarse en su defensa (ver Juan 7: 45-52). Pero, cuando ese seguidor de la última hora se decidió a tomar definitivamente posición por Jesús, este ya había sido crucificado (ver Juan 19: 38-42).

En aquel crucial momento, en el que las sombras rodeaban la cruz y los remordimientos embargaban el horizonte indeciso de su vida, la luz recibida en su entrevista nocturna con Jesús, tres años antes, iluminaría la cruz del Calvario y le recordaría la enigmática referencia al madero, levantado entre la tierra y el cielo para salvación de los hombres (ver Juan 3: 14-15).

Movido por esa inspiración se pronunciaría por el Crucificado cuando sus propios discípulos huían, aterrados e incrédulos. Desafiando por fin a los jefes y colegas a quienes siempre temió, les pediría hacerse cargo del cuerpo de Jesús y, como último homenaje a quien hasta entonces solo había seguido de lejos, cubriría de perfumes las heridas (ver Juan 19: 38-40) que su propia cobardía también había contribuido a causar.

Paradójicamente, solo entonces empezaría a nacer a esa nueva realidad en la que le había costado tanto creer.

Señor, dame el valor de atreverme a tomar partido por ti.

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