
¿Oraciones (Paganas)?
«Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis» (Mat. 6: 7-8).
Uno de los descubrimientos más humillantes, y a la vez más enriquecedores, que he realizado gracias a Jesús es que algunas de mis oraciones eran (paganas).
Los paganos suelen ofrecer sacrificios y rogativas a sus dioses para pedirles algo, aplacarlos o hacerles cambiar de actitud. Algunas de nuestras oraciones, ¿no parecen también grandes esfuerzos para sensibilizar o incluso «manipular a Dios» con respecto a nuestras necesidades? Pedimos, rogamos y suplicamos, en un aparente intento de influir en él para que actúe. Oramos como si tuviéramos que cambiar a Dios, olvidando que los únicos que necesitamos cambiar somos nosotros.
Si grabáramos algunas de nuestras oraciones y las analizáramos fríamente, veríamos que dan la impresión de que nos creemos mejores que Dios: «Señor, ten piedad de los niños que sufren».
De hecho, le estamos diciendo que sea más «humano» porque, comparado con nosotros, parece que le falta sensibilidad o no se compadece bastante.
Es decir, cuando un destello del infinito amor divino, de su terrible sufrimiento por las miserias del mundo, por fin nos alcanza y nos conmueve, corremos con nuestro hallazgo y le decimos: «Señor, haz algo por estos desgraciados».
En nuestra inconsciencia le estamos pidiendo que intervenga en nuestro lugar. Porque es mucho más fácil decir: «Señor, acuérdate de los necesitados», que hacer algo por ellos. Más honesto sería decir: «Señor, al pensar en los pobres que me rodean, te pido que me ayudes a descubrir lo que puedo hacer por ellos, para reparar esta situación de injusticia, y de la cual yo también soy en parte culpable por mi falta de solidaridad».
Afortunadamente, en su misericordia Dios nos escucha y nos comprende, a pesar de lo que le decimos. Pero, si queremos profundizar en nuestra relación con él, debemos pedirle que nos enseñe a orar. Porque, como dice Pablo, «no sabemos orar como conviene» y necesitamos que el Espíritu nos ayude a «rectificar» nuestras oraciones paganas (Rom. 8: 26-27).
Hoy, consciente de mi necesidad de reaprender a orar, quiero ser más sensible a la voz del Espíritu. Te pido, Señor, que cuando me ponga a orar de manera superficial o irreflexiva, me ayudes a cambiar de tono y a concentrarme. Quiero que mis oraciones se conviertan en conversaciones reales contigo.