Los dos remos
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” (Efesios 1:15, 16).
Detrás de las incansables energías de Pablo como apóstol, misionero, pastor y teólogo, hubo una extraordinaria vida de oración. Pablo inició su ministerio orando y lo terminó orando. Su experiencia cristiana era, esencialmente, un acto de oración. Para él, la oración y la misión siempre van juntas. Así lo detalla el Pr. Gabriel Cesano en la Revista Adventista de noviembre de 2019.
1. La oración como reconocimiento al soberano Dios.
Para Pablo, era imposible concebir cualquier actividad humana separados de Dios, “porque todas las cosas son de él, por él y para él”.
2. La oración como una respuesta de la criatura. Para Pablo, establecía una permanente vía de comunicación con Dios.
3. La oración como acción de gracias por la salvación. Pablo se siente tan indigno de la salvación –se considera el primero de los pecadores– que su vida es una continua oración. “Orad sin cesar”, escribió en 1 Tesalonicenses 5:17.
4. La oración como aliado indispensable para el servicio. Para Pablo, la oración era esencial para la evangelización. No es el predicador, sino Dios quien sobrenaturalmente interviene a través del llamado del Espíritu y justifica a aquellos que creen. Pablo pedía que oraran para que Dios abriera las puertas al evangelio. En las oraciones intercesoras que el apóstol les pide a sus congregaciones y a sus dirigentes, el tema dominante es su inquietud por la misión.
5. El rol de la mente en la oración. El apóstol une la oración con el conocimiento de Dios y la fe. La oración surge de una fe inteligente o racional que está basada en la certeza de que Dios no es un desconocido, sino que se ha revelado a sí mismo en la Creación, en la historia, en Cristo y en las Escrituras. Por eso, aconseja orar con el Espíritu pero también con el entendimiento (1 Cor. 14:15).
En cierto lugar, el dueño de un bote tenía escritas dos palabras en sus remos. En un remo decía “Ora”; y en el otro, “Trabaja”. Un día, un ocasional pasajero se burló de sus remos. “Con trabajar es suficiente”, expresó. Entonces, el botero empezó a usar solo un remo. Luego de dar vueltas en círculos sin llegar a ningún lado, el pasajero comprendió la lección.
Pablo vivió y enseñó a vivir remando con los dos remos. Si queremos llegar pronto al puerto seguro, necesitamos orar y trabajar. No te quedes dando vueltas sin llegar a ningún lado.
Muchas gracias por esa matutina de este día. Dios los bendiga.
Gracias.