Matutina para Adultos | Lunes 13 de Mayo de 2024 | El creador de todo lo bueno

El creador de todo lo bueno

“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 2:10).

“Somos hechura suya”, fuimos “creados en Cristo Jesús”. Ambas expresiones son aplicables tanto a nuestra creación física como a la espiritual.

Físicamente, fuimos hechos por Dios a su imagen y semejanza. Fue su propia mano la que dio forma al cuerpo de los primeros seres humanos, y él mismo sopló en su nariz el aliento de vida. El resto de nosotros somos el resultado de una orden de reproducción que Dios dio a Adán y a Eva. Espiritualmente, fuimos hechos nuevas criaturas en Cristo. Esto fue necesario porque nuestro nacimiento se produjo en un ambiente de pecado a causa de la caída de nuestros primeros padres. Ahora, “si alguno está en Cristo, es una nueva creación” (2 Cor. 5:17).

El apóstol Pablo dice en Efesios 2:10 que, en ambos casos (físico y espiritual), fuimos creados “para buenas obras”. Es decir, el propósito original de nuestra existencia, así como el fruto de la salvación que nos hace nuevas criaturas en Cristo, es que seamos seres de bien. Fuimos creados física y espiritualmente con la capacidad de hacer el bien. Gustar de lo bueno, hacer lo bueno, procurar lo bueno, debiera ser natural en nosotros, tanto por creación como por salvación, y como fruto de ambas, no como medio para obtener alguna de las dos. Lo malo, lo incorrecto, lo injusto no vienen de Dios; son semillas que un enemigo ha sembrado en el terreno de nuestro corazón.

Cuando nos creó, Dios nos dio también las oportunidades de hacer el bien. Es natural que, si creas a alguien para que haga buenas obras, le des también las oportunidades de llevar a la práctica esa capacidad. No tendría sentido que yo le regalara un bate y una pelota de baseball a mi hijo, si no tuviera en mente algún lugar donde él pueda jugar al baseball.

Al contrario de lo que muchos creen, las buenas obras no nos hacen hijos de Dios, sino que los hijos de Dios hacemos buenas obras debido a que hemos sido creados para eso. No me convierto en hijo de Dios cuando hago lo bueno; en realidad, si algo bueno hago, se lo debo al hecho de que soy hijo de Dios y de que él me dio esa capacidad. De esta manera, las buenas obras no tienen el propósito de engrandecernos, sino de mostrar a Dios como el Creador de todo lo bueno, tanto del ser humano para buenas obras, como de las buenas obras para el ser humano. Toda la gloria es para él.

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