Si mil vidas tuviera…
“Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo” (Romanos 12:1).
Los resultados de haber sido justificados por la gracia y por la fe son una vida de santificación. Pablo ruega que, en consideración a las misericordias de Dios, presentemos voluntaria e inteligentemente la vida entera, cuerpo, mente y espíritu, como un sacrificio vivo para Dios. Los servicios ceremoniales del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios muertos, pero Pablo desafía a vivir por Cristo. Después de todo, quien vive por él también está dispuesto a morir por él. Tal vez el Señor pida a algunos morir por él, pero nos pide a todos que vivamos para él.
En ocasión de la independencia del Perú, declarada el 28 de julio de 1821 en Lima, ocurrió el sacrificio de José Olaya. Él era un excelente nadador, que servía a la causa de la independencia. Sucre necesitaba comunicarse con los patriotas de Lima, ya que quería conocer los movimientos de los realistas, y Olaya era el portador de los mensajes.
Así, él llevaba de manera escondida los mensajes nadando quince kilómetros por el mar, entre Chorrillos y Lima. Esa ruta estaba muy vigilada, de modo que el riesgo era muy grande. El 27 de junio de 1823, cuando llevaba (entre otros recados) una carta de Sucre para Narciso de Colina, Olaya fue descubierto por los realistas. Antes de ser apresado, arrojó las cartas. Otra versión dice que se comió las misivas.
Para obtener información, sus captores intentaron de todo. Sin embargo, de nada sirvieron halagos, promesas, apaleamientos, extracción de las uñas, trituración de pulgares, ni la presencia dolorosa de su madre. ¡Qué dilema! Escoger entre el afecto entrañable a la madre o la seguridad de los patriotas. ¿Era preferible que su madre lo llorase muerto a que se avergonzara de verlo vivo y traidor? En medio de las torturas y antes de morir fusilado, pronunció su célebre frase:
“Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria”.
Conmueve tal entrega y compromiso en favor de la liberación de su pueblo.
¿Estás dispuesto, como Olaya, a dar tu vida por una causa? ¿Qué costo estás dispuesto a pagar por vivir fielmente tu fe y compartir perseverantemente la esperanza? ¿Cuán dispuestos estamos nosotros a dar nuestra vida en sacrificio vivo y en servicio fiel hasta la muerte?
Nuestra vida debe ser ofrecida a Dios como una ofrenda perfecta y un sacrifico vivo, porque
“Dios no quedará satisfecho sino con lo mejor que podamos ofrecerle. Los que lo aman de todo corazón desearán darle el mejor servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner todas las facultades de su ser en perfecta armonía con las leyes que nos habilitan para hacer la voluntad de Dios” (Elena de White, Cristo en su Santuario, p. 34).
¿Cuántas vidas estás dispuesto a dar?