Un Dios amplio en perdonar
“Deje el impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar” (Isaías 55:7).
Cuando era muchacho y competía para ver si lograba llevarme el premio al más travieso, recuerdo que las veces que cometía mis “pequeñas fechorías” salía corriendo de casa antes de que mi madre pudiera echarme mano y “explicarme”, de manera inolvidable, lo que había hecho mal. En ocasiones, desde lejos, ella me decía: “Ven, entra a la casa, que no te voy a hacer nada”. Pero no sé por qué, nunca me sentí tentado a aceptarle la oferta.
Cuando leo el texto de hoy y reflexiono sobre el retrato de Dios que contiene, es inevitable que llegue a mi mente el recuerdo de las “ofertas” que me hacía mi madre tras cada fechoría mía. “Ven, entra a la casa, que no te haré nada”. Yo siempre lo interpretaba con miedo, y a muchos les pasa lo mismo con respecto a Dios. Cuando el Señor los anima a ir a él con la promesa de que tendrá misericordia de ellos y los perdonará, les cuesta creerlo, así como a mí me costaba creérselo a mi madre. Muchas veces, condicionados por las realidades inmediatas de nuestra vida, dejamos de creer lo que Dios dice, o pensamos que ciertas promesas no nos incluyen. Y es que tenemos un enemigo que sabe aprovechar nuestra realidad para desanimarnos en la fe.
Satanás trabaja incansablemente para quitarnos la seguridad de nuestra salvación y dejarnos sin esperanza. Para lograrlo, intenta por todos los medios hacernos ver a Dios como un ser que está aguardando que el pecador se acerque para castigarlo. ¿Puedes imaginarte cómo será la experiencia de alguien que sospeche que Dios lo está buscando para castigarlo? Por eso es tan importante que recordemos que Dios no nos trata como nos tratamos entre nosotros. Él no anda poniendo letreros en las esquinas con una foto nuestra y el texto: “¡Se busca!” Aun cuando tiene todo el dinero del mundo, él no anda ofreciendo recompensas a quien pueda dar información que conduzca a nuestra captura. Lo que Dios nos ofrece es misericordia y perdón. Lo dice muy claro el texto de hoy.
La forma de pensar de Dios no es como la nuestra, ni sus caminos son los nuestros (lee Isa. 55:8). A diferencia de todos nosotros, él no solo ve el error que cometemos, sino además sabe la causa y quiere ayudarnos a encontrar la solución. ¿Te animas a entrar en la casa?