“Encontrarán felicidad y dicha”
“Regresarán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sion dando gritos de alegría; sus rostros estarán siempre alegres; encontrarán felicidad y dicha, y el dolor y el llanto desaparecerán” (Isaías 51:11, DHH).
La felicidad se ha convertido en uno de los asuntos más investigados. Las librerías están abarrotadas de libros que se especializan en decirnos cómo ser felices, cómo conseguir ese anhelado producto que todos queremos consumir llamado felicidad. Cada año se publica el Informe Mundial de la Felicidad, donde aparecen los países más felices del mundo. ¿Cómo saben estos investigadores qué países son los más felices? Identificando una serie de factores clave para la felicidad: el producto interno bruto, la esperanza de vida, la ayuda social, entre otros. Tomando lo anterior en cuenta, en 2021 la lista estuvo encabezada por Finlandia, Dinamarca, Suiza, Islandia y los Países Bajos. Y los menos felices son Afganistán, Zimbabue, Ruanda y Botsuana.¹⁷⁴
En su libro Geografía de la felicidad, Eric Weiner sugiere que efectivamente esos países ricos suelen ser más felices, pero que además del dinero hay que tomar en cuenta la familia, los amigos y la gratitud. ¿De verdad la felicidad está condicionada al lugar donde vivimos? El filósofo francés Blaise Pascal afirmó que “nadie es más feliz que un verdadero cristiano”. Sin embargo, muchos piensan que no hay lugar para la felicidad en la vida de un creyente; cristianismo es para muchos sinónimo de prueba y aflicción, de una vida que se lacera a sí misma con un látigo “santo”. En muchos casos, el que ha vivido en plenitud su experiencia espiritual con el Señor concibe la religión como un estorbo que reduce considerablemente el deseo de vivir. Pero ¡nada más lejos de la realidad! Con independencia de dónde se encuentre, de cuánto tenga en su cuenta bancaria, de la libertad de expresión que haya en su país, el cristiano siempre encontrará ese lugar donde hay dicha genuina.
Los apóstoles no perdieron el gozo cuando padecieron “afrenta por causa del Nombre” de Cristo (Hech. 5:41). Más adelante vemos que “Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios” (Hech. 16:25) mientras permanecían encarcelados injustamente. El cristiano siempre anda ataviado con un vestido “de alegría” (Sal. 30:11), huele “a alegría” (Sal. 45:7, NVI) aunque esté atribulado, enfermo, desempleado. Nada ni nadie nos quita la felicidad que Dios ha puesto en nuestro turbulento corazón.
Dios ha prometido que los redimidos “encontrarán felicidad y dicha, y el dolor y el llanto desaparecerán” (Isa. 51:11, DHH). Disfrutemos esa felicidad divina dondequiera que nos encontremos.
174 World Happiness Report 2021, pp. 22-24.
Amen
La felicidad metafísica y la espiritual
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