Es hoy, ¡ahora!
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11).
Es hoy, más que nunca. Ahora es el tiempo. Hay personas que no prestan mayor atención al tiempo. Creen que es accesible en todo momento; algunos olvidan sus compromisos, otros llegan siempre tarde o no llegan, total, “mañana será otro día”.
Muchas veces nos vestimos de razones que en el fondo solo son excusas, que por disfrazadas que parezcan no son otra cosa que excusas. Cervantes aseguraba:
“Cuando consideramos en qué momento deberíamos comenzar, a menudo es demasiado tarde para actuar”.
Por su parte, el gran científico Albert Einstein afirmaba:
“Cuando pienso en el futuro, siempre viene demasiado tarde”.
Cuando preguntaron a Alejandro Magno cuál era el secreto de sus conquistas, respondió:
“Estar siempre a tiempo y no demorarse nunca”.
Dwight Moody (1837-1899) fue un famoso evangelista, fundador del Instituto Científico Moody, que resaltaba al Dios creador y sustentador del Universo, mostrando cómo en cada disputa entre la ciencia y la Palabra, finalmente la Biblia tiene razón. En el comienzo de su ministerio, solía terminar sus predicaciones con este mensaje: “Vayan a casa, piensen y resuelvan qué hacer con este tema estudiado”.
Hasta aquella trágica y famosa noche del incendio en Chicago, una de las mayores tragedias del siglo XIX en Estados Unidos. En un juego clandestino de apuestas, un grupo estaba escondido en un establo e iluminado por un farol, y un apostador llamado Cohn derribó la lámpara y se prendió fuego la paja. Las llamas se propagaron de forma muy veloz, y en 48 horas destruyeron 18.000 edificios, 100.000 personas quedaron en situación de pobreza y 300 murieron. Cohn culpó a una vaca, que habría derribado accidentalmente el farol, pero abrumado por la culpa finalmente él mismo confesó su responsabilidad, y dejó a la ciudad de Chicago un generoso donativo y una carta de su puño y letra en la que confesaba la verdad poco antes de su muerte, a los 89 años.
Muchos que había escuchado a Moody esa noche perecieron en el incendio, y desde ese día Moody nunca más admitió tomarse un día para pensar.
“Es hoy, ahora. Si hay una decisión que tomar, un hábito que dejar, una verdad que vivir o una acción que realizar… todo es ahora. El único latido de corazón que nos pertenece late ahora”.
“Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si no pasáis de esto, de nada os valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 48).
Señor, ayúdame a vivir como tu hijo ahora, ahora y ahora.