“Obra de tus manos somos”
“Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Isaías 64:8).
Ashikaga Yoshimasa fue el octavo sogún del sogunato Ashikaga, el segundo de los tres sogunatos de la historia de Japón. Los sogunatos eran una especie de gobiernos militares y los sogún eran los jefes de dicho gobierno. Sin embargo, dice la Enciclopedia británica que aunque Ashikaga no fue un sogún muy ineficaz, sí fue un buen mecenas de las artes. Era gran amante de la ceremonia del té y “patrocinó a muchos artistas, alfareros e intérpretes de danza clásica”.¹⁰³
Un antiguo cuento popular japonés narra que un día se rompió el chawan favorito de Ashikaga. El chawan era un tazón que se utilizaba para preparar y beber té. A fin de no renunciar a su chawan, lo envió a reparar a China. Cuando le entregaron el recipiente, no le gustó el trabajo, y pidió a artesanos de su región que lo repararan otra vez. Estos artesanos se esmeraron y convirtieron el chawan en una obra de arte. Tomaron los pedazos de cerámica y los unieron usando resina y polvo de oro. De esa forma Ashikaga pudo seguir usando su chawan favorito y además dio origen al kintsugi, una técnica artesanal que se especializa en reparar objetos rotos.
El profeta Isaías dice que la culpa por el pecado hace que seamos “como vasija de loza rota, hecha añicos sin piedad” (Isa. 30:14, BP). Eso somos: vasijas rotas, almas quebrantadas, hombres y mujeres desechos. El pecado es como un mazo que golpea sin piedad, y nos hace pedazos de vasijas inútiles. En aquellos tiempos, cuando una vasija de barro se quebraba, nadie podía repararla. ¿Significa eso que nuestro caso quedará en un permanente estado de desesperanza?
El mismo Isaías nos dice quién puede restaurar el desastre que el pecado ha hecho en nuestra vida: “Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Isa. 64:8). “Somos el barro” es una declaración de arrepentimiento, de sumisión, de que “se ha acabado el espíritu de terca resistencia y se percibe el deseo de ser moldeado a la semejanza de Dios”.¹⁰⁴
Pero Dios es el alfarero, el que toma nuestros pedazos y los vuelve a unir, no con oro o plata, sino con la preciosa sangre de su Hijo.
103 “Ashikaga-Yoshimasa: Japanese shogun”, en britannica.com.
104 Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), t. 4, p. 365.