Matutina para Adultos | Lunes 29 de diciembre de 2025 | Despedida gozosa

Matutina para Adultos | Lunes 29 de diciembre de 2025 | Despedida gozosa

Matutina para Adultos

«Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios» (Lucas 24: 50-53).

Betania fue el lugar escogido por el Maestro para su despedida: un rincón impregnado de recuerdos, de encuentros decisivos, de luchas y victorias. Sus fieles seguidores estaban allí, no sabiendo qué esperar de aquella última cita. Lo habían seguido, entusiasmados, durante su corta andadura como Maestro, y ahora, tras las sombras de la cruz, deslumbrados por la luz de la tumba vacía, lo seguirían hasta el fin, como Salvador.

Fueron poco más de tres años, pero quedaron marcados para siempre. Su querido Maestro se despedía de ellos por un tiempo, pero no quedaron tristes (ver Luc. 24: 50-52). Les dejaba una esperanza viva capaz de brillar con fuego inagotable hasta su regreso. De ahora en adelante vivirían sin Jesús al lado, pero con Cristo dentro de sus corazones.

Quienes encontraron a Dios gracias a él sabían que podían contar con su presencia inspiradora todos los días, hasta el fin del mundo (ver Mat. 28: 20). Además, los unía su empeño de continuar el gran proyecto que él había iniciado, desde que Andrés y Juan, un día, junto al Jordán, decidieran seguirle, y sobre todo desde que Pedro y los demás aspirantes a pescadores de hombres aceptasen, junto al lago, convertirse más bien en amantes pastores.

¿Cómo pudieron despedirse de su querido Maestro con alegría? Porque confiaban plenamente en su promesa de que iba a volver. Más allá de su aparente soledad inmediata se sabían acogidos por el incesante abrazo divino. Ese era el secreto de su gozo, lo que les daría fuerza ante las pruebas y entrega para el servicio. Rescatados de las tinieblas de sus vidas personales, más bien mediocres, ya nada podría sacarlos de la órbita de la luz: ahora llevarían vidas radiantes.

Más que en proteger el tesoro de su legado, se empeñaron en compartirlo. Y gracias a que ellos lo compartieron con todos los que encontraron a su paso, hoy tú y yo estamos aquí, dispuestos también a compartir con quien quiera escucharnos la esperanza viva de su regreso.

Porque nosotros tampoco queremos ser guardianes de cenizas, sino portadores de una llama. Y porque nuestra gran referencia no es una tumba vacía, sino un Cristo vivo. Por eso queremos vivir con Jesús cada día. Hasta la eternidad.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Mauricio Oropeza

    Hola hermanos por favor qué les pasa que están subiendo matutinas antiguas? No hay nadie que supervise ? Para Dios las cosas se hacen bien. Disculpen, Bendiciones.

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