El Dios que nos ama y nos enseña a amar
“Nosotros tenemos este mandamiento de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:21).
Nadie promueve más el amor que Dios. El apóstol Juan, en su primera Epístola, no solo nos dice que el Señor es el originador del amor, sino también quien lo promueve entre todas sus criaturas. Para Dios, el amor entre sus hijos es un imperativo, y por eso lo exige por vía de un mandamiento: “¿Me amas? Entonces ama a tu hermano. Son dos partes inseparables de la ecuación”. El lenguaje de 1 Juan 4:21 es claro: la prueba de que amamos a Dios es que amamos también a nuestros hermanos. ¿Son ellos dignos o merecedores de ese amor? Tal vez no. Pero igual de indignos e inmerecedores éramos nosotros del amor de Dios expresado en Cristo.
Como todos los mandamientos de Dios, este de amar a nuestro hermano también está diseñado para traer felicidad y plenitud a nuestra vida. Esta orden es un llamado a poner todo nuestro ser y nuestra voluntad en armonía con la voluntad de Dios y en sintonía con el ejemplo que él nos ha dado. Es una propuesta para que no caigamos en la trampa de jugar a la religión que solo habla bien de Dios a la par que no da una importancia crucial al prójimo, que es nuestro hermano, hijo del mismo Dios.
“Nosotros tenemos este mandamiento de él” dice Juan. Este versículo nos lleva de manera extraordinaria a la santa Ley de Dios, haciéndonos saber que quien cumple esta orden cumple toda la ley, y por lo tanto estará en paz con Dios y con los hombres. El apóstol Pablo lo expresó con estas palabras: “No deban a nadie nada, sino ámense unos a otros; porque el que ama al prójimo cumple la ley” (Rom. 13:8). ¿Quieres ser un verdadero cumplidor de la Ley de Dios? Ama a tu hermano. Sí, sí, al que te cae mal también.
¿Cuál es entonces el requerimiento que nos hace Dios? Que el que lo ama a él, debe amar también a su hermano. Fíjate bien en que este no es un mandato para todo el mundo, es para los que aman a Dios. Y es precisamente la obra de Dios en nuestras vidas la que nos enseña y ayuda a ser como él: amor.
Dios, quien nos amó, nos ama y nos amará por la eternidad, quiere vernos disfrutar por siempre del privilegio de reflejar y llevar a la acción su amor. ¿Aceptarás el desafío?