El Dios que ama la comunidad
“Dios el Señor dijo: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él’ ” (Génesis 2:18, DHH).
Todos, en algún momento, hemos sufrido uno de los peores dolores que puede sentir un ser humano: la soledad. Cuenta John Ortberg en uno de sus libros sobre la confesión que hizo una mujer llamada Marla Paul en la columna que escribía para el periódico Chicago Tribune. Decía así: “Me siento sola y esta soledad me entristece. ¿Cómo es posible que tenga 42 años y no tenga suficientes amistades?” Marla había preguntado a su esposo si había algo malo en ella, o si la gente estaba demasiado ocupada para tener amigos. Le parecía que todas las mujeres con las que se relacionaba tenían llena su cuota de amistades y no aceptaban más solicitudes. Se preguntaba si había otras personas que, como ella, se sentían solas.
Como resultado de esta confesión expresada abiertamente en los medios, Marla informó que la gente empezó a pararla por todas partes: en las tiendas, en la escuela de sus hijos, e incluso en el trabajo, para decirle: “¿Tú también? Yo creía que solo me pasaba a mí”. Le escribieron desde amas de casa hasta presidentes de compañías, expresándole: “¿Por qué me siento tan solo? ¿Por qué es tan difícil hacer buenas amistades?”
Lo que Marla Paul confesó y sus lectores confirmaron hace ya miles de años lo expresó Dios: ¡no es bueno que el ser humano esté solo! Cuando Dios dijo estas palabras, aún no había pecado en el mundo, que estaba recién creado. Y la expresión más repetida por el propio Dios era: “Todo es bueno en gran manera”. Esta expresión cambia cuando llegamos a Génesis 2:18, donde por primera vez encontramos a Dios diciendo que algo no es bueno. ¿Y qué es ese algo? Que el hombre esté solo. Descubrimos así que, según nuestro Creador, no estamos diseñados para la soledad, sino para la comunidad. Por eso Dios anunció de inmediato su plan para que la soledad no causara estragos: “Le haré al hombre ayuda adecuada para él”. Es decir, alguien que lo ayude, lo comprenda y lo acompañe.
Dios creó la comunidad, el matrimonio, la familia, la amistad, la conexión entre los seres humanos, porque sabe que nos duele la soledad. Fuimos creados como seres sociales, y por eso debemos cuidar nuestras relaciones, especialmente la que tenemos con Dios, quien, para que la soledad nunca nos venza, ha prometido estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (lee Mat. 28:20).