
Nacer de nuevo
«De cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Juan 3: 3).
Nicodemo, el intelectual insatisfecho, buscaba un cambio en su vida espiritual, pero como a muchos de nosotros la idea de renacer le chocaba. No veía ninguna necesidad de una transformación radical de su manera de ser. De su carácter cultivado, honrado, sincero ¿no se podía recuperar nada?
Después de una larga experiencia de vida, ¿es acaso posible romper totalmente con el pasado y llegar a ser otra persona, con ideales muy superiores a los que ya tenemos?
Si había entendido bien al joven Maestro, debía poner en entredicho hasta los criterios que consideraba más intocables: sus convicciones religiosas. ¿Quería eso decir que el seguimiento —incluso uno tan riguroso como el suyo— de su religión no bastaba para introducirlo en el «reino de Dios» predicado por Jesús?
Como buen fariseo, pensaba que los seres humanos podían salvarse por sus propios esfuerzos, mediante el cumplimiento de las leyes divinas, cosa que creía hacer. Oírle decir a Jesús que no estaba en condiciones de entrar en el reino de Dios cuando ya se creía en él; que necesitaba una existencia perfectamente nueva y no nuevas prácticas de perfección; en fin, que se encontraba en un estado espiritual embrionario, cuando imaginaba haber alcanzado ya una respetable madurez, todo eso le parecía excesivo. ¿Y a quién no?
¿No hay algo de verdad en que cada uno es hijo de su pasado, de unas circunstancias familiares y sociales únicas e irrepetibles, que nos condicionan? Nadie puede prescindir de su historia y pretender realizarse rompiendo con todo, empezando de cero.
Pero Jesús insiste. Aun la mejor educación religiosa no garantiza la entrada en el «reino de Dios», porque se trata, en realidad, de aceptar que Dios viva plenamente en nosotros. Y permitírselo es como nacer de nuevo.
Jesús le explica que nacer de nuevo consiste en «nacer de agua y del Espíritu». Para un doctor en Sagrada Escritura la mención de esos elementos primordiales era una alusión clara a los principios de la Creación (ver Gén. 1: 2). El nuevo nacimiento es una nueva creación: no se trata de un acto humano, sino de una acción divina.
Jesús alude además al simbolismo del bautismo. La inmersión del creyente significa su muerte al pasado, y el hecho de volver a tomar aliento al resurgir del agua simboliza el soplo vital del Espíritu que le infunde una vida nueva, en comunión con Dios.
En el nuevo nacimiento no existe ningún self-made man (hombre hecho a sí mismo). Para iniciar una vida realmente nueva con Dios, y para crecer en ella, necesitamos su todopoderosa ayuda.
Señor, quiero nacer de nuevo hoy, a la vida que tú me propones. Vive en mí.