Viernes 20 de Agosto 2021 | Matutina para Jóvenes | Un encuentro en la tormenta

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Un encuentro en la tormenta

“Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: ‘¡Silencio! ¡Cálmense!’ De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma” (Mar. 4:39, NTV).

Jesús estaba cansado. Hacía días predicaba, enseñaba y sanaba sin parar. La gente no le daba respiro, y él necesitaba uno. Además de enfrentarse a la necesidad de la gente que lo buscaba sinceramente, tenía que lidiar con las incesantes críticas por parte de los fariseos. ¡Qué ironía que tuviera que buscar un lugar de descanso no en tierra firme sino en el lago! Ya había pocos sitios donde “esconderse” por un rato. ¡Hasta lo seguían en barco!

El lago estaba calmo, así que enseguida se durmió. Pero enseguida también comenzó una tormenta. Tan dormido estaba Jesús, que ni las altas olas ni los vientos enfurecidos lo despertaron.

Como muchas veces hacemos, los discípulos probaron todo lo que pudieron antes de “molestar” a su Maestro. Se habían olvidado de que él iba con ellos a bordo. Se dirigieron a él un tanto enojados y confundidos. ¿Acaso no le importaba que estuvieran a punto de ahogarse? Lo llamaron a los gritos, y quizá no solo por el ruido ensordecedor que había. A veces, parece que nosotros también nos damos el lujo de retar a Dios y cuestionarlo, como si supiésemos qué es lo mejor.

“Sus clamores despertaron a Jesús. Pero al iluminarlo el resplandor del rayo, vieron la paz del cielo reflejada en su rostro; leyeron en su mirada un amor abnegado y tierno, y sus corazones se volvieron a él exclamando: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’ Jamás un alma dio expresión a ese clamor sin que fuese oído” (El Deseado de todas las gentes, p. 302).

¡Qué hermoso ver que, incluso antes de calmar la tempestad, Jesús calmó el corazón de los discípulos simplemente con una mirada de amor!

“Aunque con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón no necesitamos temer. La fe en el Redentor serenará el mar de la vida, y nos librará del peligro de la manera que él reconoce como la mejor” (ibíd, p. 303).

Jesús confiaba en su Padre, y con esa seguridad y confianza fue que dio la orden de autoridad que resuena hasta hoy.

¿Cuál es el “remo” que estás usando hoy inútilmente para hacerle frente a tu tormenta? Recuerda: Jesús está a bordo.

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