“Te sostendré por la mano”
“Yo, Jehová, te he llamado en justicia y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones” (Isaías 42:6).
Hace un par de años fui a llevar a Liz, mi hija mayor, a la universidad. A la mitad de nuestro vuelo entramos en una zona de gran turbulencia. Era tanto el temblor del avión que parecía un automóvil por una carretera en mal estado. Aunque hacía años no sentía tanta turbulencia en un avión, yo permanecía tranquilo, pero podía entrever el nerviosismo de Liz cada vez que el avión se bamboleaba. En un momento en que la turbulencia hizo que el avión se tambaleara como un borracho, Liz pegó un grito y se aferró fuertemente a mi mano. Mientras ella me apretaba la mano, yo pensaba: “¿Será que Liz supone que, si este avión entra en caída libre, sostenerse de mi mano le salvará la vida?” No sé lo que ella suponía en ese momento; lo que sí sé es que sencillamente reaccionó como lo que es: mi hija. En aquella situación difícil creyó que sostenerse de la mano de su padre siempre sirve de algo.
Todos reconocemos que la Biblia presenta a Dios como nuestro Padre, pero muchos usamos ese apelativo por mera costumbre: lo llamamos Padre aunque vivimos sin captar la esencia de lo que significa tener una relación con él. Hemos de creer que él sigue siendo el Padre cuando nos toca conocer el rostro de la crisis, de la enfermedad y del desengaño. Es nuestro Padre cuando la vida nos sacude con violencia. El salmista asegura: “El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos” (Sal. 103:13, DHH).
La voz del Padre proclama: “Yo, Jehová, te he llamado en justicia y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones” (Isa. 42:6). “Te sostendré por la mano”, ¿no es una promesa maravillosa? El sentido del verbo hebreo lejazeq es que Dios nos hace fuertes, nos afirma, nos convierte en victoriosos.¹⁰⁵
Todo adquiere un color y un gozo diferente cuando nos aferramos de la mano de nuestro Padre, cuando sentimos que la mano más poderosa del universo nos sostiene, nos guarda y nos protege. Esa mano tierna y poderosa siempre nos infundirá confianza cuando las turbulencias sacudan nuestra vida.
105 Wilhelm Gesenius y Samuel Prideaux Tregelles, Gesenius’ Hebrew and Chaldee Lexicon to the Old Testament Scriptures (Bellingham, Washington: Logos Bible Software, 2003), p. 269.
Muy buena reflexión