“Una carta escrita por Cristo”
“Se ve claramente que ustedes son una carta escrita por Cristo mismo y entregada por nosotros; una carta que no ha sido escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente” (2 Corintios 3:3, DHH).
En los tiempos de Pablo, eran comunes las famosas cartas de recomendación. En los papiros griegos hay múltiples ejemplos de este tipo de misivas. De hecho, la Carta a Filemón reúne las características de ese tipo de documento epistolario. Las cartas de recomendación servían “al portador de la carta para solicitar ayuda, hospitalidad, empleo o instrucción”. De acuerdo con la información que encontramos en 2 Corintios, parece que algunos predicadores que llegaron a la ciudad tuvieron que presentar ese tipo de documentos a fin de ser aceptados en la comunidad de creyentes. Es muy probable que algunos tuvieran la osadía de solicitarle al mismo apóstol Pablo una carta que diera testimonio de su ministerio. Y el célebre predicador tuvo que ofrecer una respuesta contundente:
“Ustedes mismos son la única carta de recomendación que necesitamos: una carta escrita en nuestro corazón, la cual todos conocen y pueden leer. Y se ve claramente que ustedes son una carta escrita por Cristo mismo y entregada por nosotros; una carta que no ha sido escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; una carta que no ha sido grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos” (2 Cor. 3:2, 3, DHH).
¡Qué maravillosa declaración! Cristo ha hecho de nuestra vida una carta que proclama por todos lados lo que él ha hecho en cada uno de nosotros. A los corintios paganos, idólatras, fornicarios, glotones, a esos hombres y mujeres que vivían sumergidos en los pecados más bajos, Cristo los había convertido en una carta abierta para el mundo. Sí, esa vida atiborrada de errores ahora constituía la mayor recomendación de la efectividad del mensaje paulino. La recomendación no tenía que ver con lo que Pablo había hecho, sino con lo que había hecho Jesús. Es el Señor el que comienza a escribir esa nueva historia de redención. Él comienza a editar, corregir, guiar, escribir un nuevo guion para nuestra existencia. Y Pablo reconoce que esa obra la hace Dios, no él.
De acuerdo al apóstol, ese proceso de redacción no comienza por fuera, inicia en el corazón. No sé cómo te ves tú, pero Cristo te mira y te dice: “Me encantaría que tú fueras una carta escrita por mí. ¿Me dejas comenzar a escribir en tu corazón?”
Que Lindo mensaje, Dios les bendiga