Con Satanás a nuestros pies
“Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies” (Romanos 16:20).
Aplastar es hacer que una cosa quede plana, deformada o reventada a causa de un peso muy grande o de la presión que se ejerce sobre ella. Además, significa derrotar sobradamente a alguien en una lucha, discusión o enfrentamiento.
Pablo dice a los Romanos que este aplastamiento ocurrirá muy pronto, y que será la última batalla de este conflicto contra el mal y su derrota definitiva. El aplastado será el mismo Satanás, quien también es llamado el maligno, el dragón, la serpiente antigua, el tentador, el príncipe de este mundo y el acusador de los hermanos.
El principal objetivo del enemigo es frustrar el plan soberano de Dios y destruir a su pueblo. Sabe que le queda poco tiempo, y como león muerto de hambre ha salido para devorar a todos (y si fuera posible, incluso a los escogidos).
El apóstol va más allá todavía, y dice que Satanás estará bajo nuestros pies. A quien lo hiere no le gusta la guerra, es el Dios de paz, quien va a culminar este triste proceso de pecado. ¡Cuántas veces el archienemigo hace tropezar el pie de los incautos y engaña el corazón de los ingenuos! No obstante, su final será ser aplastado por aquellos a quienes él atribuló.
Será Dios quien lo aplaste bajo nuestros pies, ya que, por la gracia de Dios, el enemigo no logró derrotarnos. Si Jesús hubiera cedido, aunque sea a una sola tentación, entonces sí se habría erguido con la victoria.
La lucha aún continúa. Nuestro adversario no da tregua; él hostiga y asedia severamente a los hijos de Dios. No podemos esperar buenos tratos de él, pero una noticia nos fortalece: “Hay ángeles sumamente poderosos que estarán con nosotros en todos nuestros conflictos si tan solo somos fieles. Cristo conquistó a Satanás en nuestro favor en el desierto de la tentación. Él es más poderoso que Satanás, y en breve lo aplastará bajo nuestros pies” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 576).
El Señor promete estar hoy a nuestro lado. Que nosotros podamos estar siempre a su lado, sabiendo que el enemigo tiembla y huye delante del alma más débil que busca refugio en el poderoso nombre de Jesús.