“Saltará el cojo como un ciervo”
“Saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, y torrentes en el sequedal” (Isaías 35:6, NVI).
Hay un relato que registra una conversación entre el papa Inocencio II y el teólogo Tomás de Aquino. Según el relato, Tomás llegó a visitar al papa y lo encontró contando muchas monedas de oro y plata. El papa detuvo el conteo y le dijo: “Mira, Tomás, ya la iglesia no tiene que decir: ‘No tengo plata ni oro’ ”. Entonces, el famoso teólogo medieval respondió: “Eso es cierto, pero ahora la iglesia no puede decir: ‘Levántate y anda’ ”.¹⁸⁶
En la conversación entre el papa y Tomás de Aquino se alude a la curación del cojo junto a la puerta del Templo conocida como la Hermosa. El hombre, que era cojo de nacimiento, acudía diariamente a ese lugar a fin de pedir limosna a los creyentes que acudían al Templo a orar. Y ahí es cuando se encuentra con Pedro y con Juan, y Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hech. 3:6).
Este hombre siempre recibía dinero, por eso se presentaba día tras a día en ese lugar, pero no era dinero lo que necesitaba. Él necesitaba lo que Pedro tenía: un Jesucristo poderoso que tenía la capacidad de hacer que se levantara y comenzara a caminar como no lo había hecho nunca en su vida, sin cojera, sin discapacidad. Y cuando el Señor curó al cojo, este “entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios” (Hech. 3:8).
Como el cojo o como el papa, muchos creemos que es el dinero el que nos da todo lo que tenemos, pero el dinero solo puede darnos lo que es barato y pasajero. Los cojos espirituales hemos de aferrarnos al Cristo que nos puede levantar y hacer que caminemos correctamente. Si tienes el alma lisiada, esta promesa es para ti: “Digan a los de corazón temeroso: ‘Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá […] vendrá a salvarlos’. Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo” (Isa. 35:4-6, NVI).
En tanto que llega ese día, sigamos andando, saltando y alabando a Dios ahora.
186 Ernan Norman, Jesus Only: Rediscovering the Passion of Primitive Godliness (Bloomington, Indiana: WestBow, 2011), p. 74.