
Llamad y se os abrirá
«Llamad, y se os abrirá, porque [ … ] al que llama, se le abrirá» (Mat. 7: 7,8).
Suena el teléfono en mi despacho en un momento poco oportuno, pero lo atiendo amablemente. Una voz de señora mayor, ya muy conocida por toda la nuestra familia a fuerza de escucharla, me pregunta con su acento valenciano inconfundible: «¿Es la peluquería Volumen?».
Amablemente también, aunque procurando no perder la paciencia, le repito que le hemos dicho muchas veces que se equivoca de número y que el teléfono de la peluquería solicitada termina en los mismos números que el nuestro, pero en orden inverso. Lo peor es que casi se enfada con nosotros, porque ¡tendríamos que ser su peluquería!
Aunque resulte difícil de creer, desde hace más de diez años, más o menos una vez al mes, esta asidua clienta de la peluquería Volumen sigue llamando para pedir cita a un número equivocado. Solamente confunde el orden de dos números, pero eso basta para que su llamada no llegue a los destinatarios.
No sé si a su edad esta fidelísima clienta aprenderá por fin a qué teléfono llamar para que se la atienda como desea. Pero el texto de hoy nos recuerda que nosotros también necesitamos aprender a pedir lo que más nos conviene, a buscarlo donde realmente está y a llamar a la puerta correcta.
Aunque en las barricadas de las calles de Paris en la revolución de mayo de 1968 se podía leer el eslogan de «Seamos realistas: pidamos lo imposible», pienso que todavía sería más realista pedir cita para hacerse la permanente al teléfono de la peluquería en vez de a mi casa. Debemos pedir lo que necesitamos a quien puede darlo. Este texto no pretende ser una fórmula mágica capaz de forzar la respuesta divina en cualquier circunstancia.
Todos estos verbos («pedid», «buscad», «llamad») sobreentienden una búsqueda existencial y espiritual dedicada a quien solo desea nuestro bien, es decir, a Dios: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros un porvenir y una esperanza. Entonces me invocaréis. Vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» (Jer. 29: 11-13, RV1977).
Señor, enséñame a pedir lo que necesito, a buscarlo en ti y a no cansarme de llamar a tu puerta, porque sé que siempre me darás lo mejor.
ÉL Y YO A SOLAS