Matutina para Adultos | Miércoles 09 de Abril de 2025 | ¿Dónde está tu tesoro?

Matutina para Adultos | Miércoles 09 de Abril de 2025 | ¿Dónde está tu tesoro?

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¿Dónde está tu tesoro?

«Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón» (Mateo 6: 21).

Como ya conté en enero, a mis nietos les encanta abrir conmigo el «cofre del tesoro» de la familia. Les gusta saber que guardamos allí objetos antiguos y raros, aunque no tengan más valor que el que les da nuestro cariño, nuestra historia y nuestros recuerdos, si es que todavía pueden seguir cumpliendo alguna función.

Nuestro tesoro no tiene más valor que el que nosotros queremos darle. De ahí que mis nietos sepan desde el principio que esos queridos pequeños objetos, más o menos viejos, que saben que van a heredar, no tienen más valor que el que les da nuestro apego. Evocan historias de amor, de luchas, de crecimiento, de las que guardan algunas cicatrices, que nos hacen quererlos más. Los guardamos con cariño porque sabemos que tienen todavía algún servicio valioso que prestar, aunque solo sea el de recordarnos el amor de quienes nos los legaron.

A pesar del dudoso valor de estos «tesoros», un poquito de nuestro corazón también está en ellos, porque el paso del tiempo los hace cada vez más preciosos para nosotros desde el mero punto de vista sentimental.

Aunque la palabra «tesoro» (en griego thesauros) de nuestro versículo se refiere también a un arcón de madera (como traduce la versión NBE), donde antiguamente se solían guardar las cosas de valor de la familia, un poco como el mío (que solo es de imitación), está muy claro que en este texto el término «tesoro» se usa exclusivamente en sentido simbólico.

Sería un error entender «hacerse tesoros en el cielo» como una referencia a la necesidad de acumular méritos en vistas a nuestra salvación, como lo han comprendido algunos creyentes. Nuestra salvación es por gracia. Se trata de conseguir algo imperecedero pero que podremos llevar con nosotros al cielo, y eso no es ni más ni menos que nuestro carácter.

Jesús nos exhorta aquí a emplear nuestro carácter en la construcción de algo imperecedero, y no perder el tiempo tras cosas que el mundo aprecia, pero que son fútiles, como la fama, los honores, nuestros vanos intereses. La única manera de atesorar algo para el cielo tiene que ver con el desarrollo de nuestro carácter, es decir, con nuestro crecimiento espiritual.

Poner el corazón en los bienes espirituales, en nuestra comunión con Dios, en conocer mejor la voluntad divina para nuestra vida, en dejarnos guiar por el Espíritu en nuestros esfuerzos por compartir nuestra fe. Con estos tesoros pasa algo casi mágico: a medida que compartimos este tesoro con los demás, en vez de disminuir, crece.

Señor, gracias por haberme legado el incomparable tesoro de tu Palabra. Gracias por permitirme disfrutar cada día de él y por ayudarme a compartirlo con otros.

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  1. Patricio

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