Tres cosas que necesitamos
“El testimonio de nuestra conciencia, de que con sencillez y sinceridad de Dios (no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios), nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros” (2 Corintios 1:12).
Pablo defiende su ministerio, la iglesia y la misión en tres pasos: una conciencia limpia, un corazón compasivo y un espíritu perdonador. ¿Qué significa esto? Veamos:
1- Una conciencia limpia. Pablo no cambió su itinerario pensando en sí mismo, sino pensando en Dios y en la iglesia. La palabra “conciencia” significa saber lo que se está haciendo. Una conciencia bajo el dominio del Espíritu Santo condena el error. Es como una ventana: cuanto más limpia, más luz ingresa; cuanto más sucia, menos luz. El “vidrio” se va ensuciando como resultado de la desobediencia. La conciencia se va cauterizando y deja de cumplir su función.
2- Un corazón compasivo. Sentir compasión es colocarse en lugar del otro. Es comprender el dolor, la situación, la necesidad y la urgencia del otro. Solo un corazón compasivo consigue situarse en los zapatos de un pecador. Tenemos que sentir un sincero dolor por los que sufren. Nuestra misión es desaprobar el pecado, pero siempre amando al pecador.
3- Un espíritu perdonador. “Errar es humano y perdonar es divino”, dice el refrán. Solo es natural perdonar si estamos ligados al Señor; si no, es imposible. Perdonar es natural en Dios y en todo aquel que vive con Dios. Pablo fue victorioso porque tenía una fe victoriosa.
Cuando los romanos volvían de una batalla, traían el despojo del país derrotado, como trofeo. Los soldados vencidos eran encadenados y humillados. El jefe del ejército iba adelante, desnudo y avergonzado. Cuando llegaban a la ciudad, los hijos del general vencedor entraban junto con su padre, y los sacerdotes encendían el incienso. Para los vencedores era un perfume de vida para vida; para los derrotados, era el olor de la muerte.
Nuestro Comandante va adelante. Como sus hijos, se nos invita a entrar con él. La victoria es nuestra. El enemigo está conquistado y derrotado. Dios quiere usarnos para llevar las buenas noticias a todos.
Es un asunto de vida o muerte, no hay tiempo para la dilación. Hoy más que nunca necesitamos una conciencia limpia, un corazón compasivo y un espíritu perdonador.