Inescrutables son sus caminos
“¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
Este canto a la sabiduría divina que el Espíritu Santo inspiró al apóstol Pablo a escribir retrata a Dios como un ser cuyos juicios son insondables (imposibles de averiguar o conocer a fondo para el ser humano), y cuyos caminos son inescrutables (limitadamente entendidos por nosotros, por más que los estudiemos).
Es interesante que, aunque el propio Dios nos advierte aquí de lo parcial y limitado que es nuestro conocimiento de él, hay muchos que piensan que precisamente esa incapacidad nuestra para entender todo lo relacionado con Dios es una razón para dudar de su Palabra o incluso de su existencia. Pero ¿cómo pretender que un Ser eterno, omnisapiente y todopoderoso pueda ser completamente entendido y explicado por seres mortales, ignorantes y débiles? Lo sospechoso sería que nada acerca de Dios nos pareciera misterioso. Lo que debería hacernos dudar de si él es Dios es que pudiéramos abarcar todo lo relacionado con él, siendo que nosotros no somos divinos.
Desde nuestros primeros padres hasta hoy, el ser humano ha luchado con interrogantes sobre Dios; con dudas sobre quién es y cómo es; con misterios que suceden y no se pueden explicar; con información limitada en relación con Dios y con los grandes temas que presenta su Palabra inspirada. Adán y Eva no pudieron entender el pecado y sus consecuencias y por ello optaron por esconderse, dominados por el temor. Y a partir de ahí, vemos al hombre tratando de explicar su realidad a través del estudio de algunos temas teológicos, como el origen del dolor, la existencia de Dios, la creación del mundo, lo que pasa cuando las personas mueren, la posibilidad de resucitar de entre los muertos o la segunda venida de Cristo a esta Tierra. Todos estos temas tienen que ver con la riqueza y la profundidad de la sabiduría de Dios. En todos estos temas hay asuntos que no nos será posible conocer a fondo.
Aun así, y reconociendo nuestra necesidad de entenderlo, Dios se ha autorrevelado, permitiendo que conozcamos de él todo lo que se propone hacer por nosotros, y ayudándonos a confiar y a esperar en él. Esa autorrevelación no está diseñada para resolver completamente nuestro problema de conocimiento limitado, pero sí es suficiente para ayudarnos a ver cuán bueno y fiel es Dios y cuán firme es su decisión de salvarnos. De esta manera podemos seguir confiando en su bondad y en su amor, aun cuando tengamos dudas y falta de conocimiento.