Matutina para Adultos | Miércoles 16 de julio de 2025 | La terapia del perdón

Matutina para Adultos | Miércoles 16 de julio de 2025 | La terapia del perdón

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Matutina para Adultos

«¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados», o decirle: «Levántate, toma tu camilla y anda»? Pero, para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra —dijo al paralítico—: A ti te digo, ¡levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!» (Marcos 2: 9-11, RVA15).

Este paralítico sufre la tortura adicional de considerarse culpable de su desgracia. «Su enfermedad era resultado de una vida de pecado, y sus sufrimientos eran amargados por el remordimiento. […] Su esperanza decaía cuando recordaba cómo había contraído su enfermedad. […] Sin embargo, no era tanto la curación física como el alivio de su carga de pecado lo que deseaba».

Superando inesperados obstáculos, sus resolutivos amigos han conseguido bajarlo hasta los pies del Maestro abriendo un boquete en el techo de la casa donde se encuentra. Porque cuando se tiene un porqué siempre se encuentra un cómo.

Jesús, portavoz del reino de amor que quiere darnos paz interior y gozo pleno, lee en el rostro del inválido el sentimiento de culpa.

Muchos enfermos se mortifican, como él, creyéndose abandonados por Dios, e interpretan la gravedad de su situación como evidencia del desagrado divino. Jesús comienza su terapia asegurándole lo que más necesita: «Tus pecados te son perdonados».

El muchacho es tan feliz que no espera nada más. El nudo que le oprimía el corazón se ha desatado. El peso de aquella culpa que lo paralizaba por dentro se ha esfumado. Sus faltas han sido perdonadas y ahora hasta sus miembros se liberan. Por fin le ha llegado la paz.

Aunque muchos lo cuestionen, como los fariseos del relato, eliminar el sentimiento de culpa en un corazón angustiado, a través del perdón divino, es quizá la tarea más difícil con la que cualquier terapia se puede enfrentar. Porque requiere que el paciente acoja de veras el bálsamo sanador de la gracia.

Cristo vino para liberarnos del pecado y de la culpa. Juan, testigo directo del prodigio, escribirá más tarde que aun cuando nuestra conciencia nos condene, o nuestro corazón nos reproche algo, debemos saber que «Dios es mayor que nuestro corazón y él sabe todas las cosas» (1 Juan 3: 20, NBLA).

Jesús, deseo compartir con otros los beneficios de la terapia del perdón. Que mis actitudes y palabras sirvan hoy para acercar a otros a la reconciliación con Dios y consigo mismos. Dame la gracia de participar del gozo del pecador reconciliado y del cielo que lo acoge (ver Luc. 15: 7).

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