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«El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho» (Lucas 16: 10, NBLA).
Aquel día estuve a punto de provocar un incendio de magnitud impredecible.
Por convicción profunda, siempre había procurado ser muy cuidadoso en mi trato con el medioambiente. Amo la naturaleza y admiro profundamente el mundo vegetal. Procuro reciclar todo lo posible y respetar el hermoso entorno en el que tengo el privilegio de vivir. Incluso he sido nombrado miembro del consejo municipal que promueve la protección de la montaña en cuya falda se encuentra nuestra casa, elevado recientemente a la categoría de «paraje natural protegido».
Sin embargo, aquel día cometí un grave error, que hubiera podido acabar en catástrofe, por no haber sido «fiel» en lo muy poco. Suelo llevar las cenizas de la leña que quemamos en nuestra chimenea al fondo de nuestro patio y enterrarlas bajo tierra para asegurarme de que están perfectamente apagadas.
Pero aquel día tenía prisa y pensé que podía tirarlas debajo de unos cactus en el terreno baldío que hay detrás de nuestra casa. Era por la mañana, las cenizas parecían apagadas, y allí las tiré sin más.
Justo cuando mi esposa estaba preparando la mesa para la comida del mediodía, gritó: «¡Fuego! ¡Hay fuego en el terreno del vecino!».
Una fuerte llamarada y una espesa nube de humo subían de donde, varias horas antes, había tirado nuestras cenizas. La parcela no ha sido ocupada nunca y se prolonga sin vallas ni solución de continuidad por el monte y los pinares protegidos del parque municipal. En un terreno tan reseco y lleno de matorrales, en cuestión de pocos minutos el fuego podría estar devastando la zona. Para colmo, la casa de la parcela inmediatamente al lado de la incendiada es de madera.
Pocas veces he orado más compungido, desesperado, indefenso y arrepentido por mi imprudencia que intentando apagar el incipiente incendio. Gracias a la misericordia divina, la solidaridad ejemplar de mis vecinos y la rápida llegada de los bomberos, el fuego fue controlado y extinguido sin causar apenas daños.
¿Ironías del destino o lección magistral de la pedagogía divina? Prácticamente a esa hora estaba convocada la primera sesión del consejo municipal para la protección de esa montaña, de la que sigo siendo vocal.
Desde entonces, las palabras de Jesús han quedado grabadas literalmente en mi conciencia con letras de fuego: «El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho» (DHH).
Dios mío, gracias por la lección.