“Él es para ti vida”
“Que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días” (Deuteronomio 30:20, RVC).
Tanto la Biblia como los anales de los reyes asirios dan testimonio de que Samaria, la capital del reino de Israel, fue asolada en 722 a.C. Los asirios dieron por sentado que su triunfo había radicado en su poderío militar, pero en realidad el fracaso sobrevino al pueblo de Dios “porque los hijos de Israel pecaron contra Jehová, su Dios”, porque “hicieron secretamente cosas impropias”, porque “dejaron los mandamientos de Jehová”, porque “se dieron a adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocando su ira”; entonces “Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria” (2 Rey. 17:7, 9, 16, 17, 23).
Israel no fue destruido porque sus enemigos eran poderosos; el arma que provocó su destrucción fue su falta de fe y de compromiso con Dios. Fueron derrotados porque pusieron su confianza en Egipto y no en el Señor. Fueron destruidos porque abandonaron al Dios creador para adorar imágenes fabricadas por manos humanas.
Uno podría suponer que Israel aprendió la lección, y que el destierro hizo que supieran a quién debían adorar; sin embargo, siguieron estableciendo centros de culto para dioses paganos, y “aunque temían a Jehová, honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados” (2 Rey. 17:33). Pretendían lograr un imposible: servir a dos señores. ¿Será que nosotros podríamos estar cayendo en la misma práctica? ¿Tal vez decimos que somos cristianos, pero al mismo tiempo nuestro amor e intereses están centrados en otros “dioses” fabricados a nuestra imagen y semejanza? ¿Decimos que amamos a Jesús, pero nuestra voluntad se doblega y acabamos rindiendo nuestro tiempo y nuestra vida a cualquier cosa menos a Cristo?
Si has caído en la tentación de vivir una doble vida espiritual, hoy es un buen momento para tomar la mejor decisión: “Que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días” (Deut. 30:20, RVC). No repitas el error de los antiguos habitantes de Samaria: no pretendas que puedes servir a dos señores.
Hoy tienes una preciosa oportunidad para entregarte de todo corazón a Cristo y permitir que él pueda ser vida para ti. Si lo haces, el enemigo nunca podrá destruirte.
La palabla de Dios son Espìritu y Vida