
«En el principio era el Verbo […]. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1: 1, 14).
El Evangelio de Juan comienza con la frase: «En el principio…», igual que el Génesis, el primer libro de la Biblia. En hebreo se trata de una sola palabra: Bereshit (literalmente, «en principio»). Los hebraístas (especialistas en lengua y cultura hebreas) nos recuerdan que la primera letra de esta palabra compuesta, la beth, se dibuja como un paréntesis abierto en el sentido de la lectura (בּ), ya que el texto hebreo se lee de derecha a izquierda. Y que el nombre de esa letra, es decir, beth, en hebreo significa «casa». Según ellos, eso nos dice que no tiene sentido especular sobre lo que precede a la Creación, sobre el «antes» de Dios, porque lo único accesible al ser humano es el mundo creado por él, nuestra «casa» común.
Juan nos dice que un ser divino, llamado aquí «el Verbo», «la Palabra de Dios» o el Logos divino, se hizo carne para compartir nuestra casa, plantando su tienda entre nosotros (ver Juan 1: 14). Porque el verbo traducido por «habitó» (skenosen) significa literalmente «acampar». Esto significa que el mismo Dios que decidió visitar a Abraham, alojándose un día en su tienda, muchos siglos después volvió a visitarnos, acampando a nuestro lado, para compartir su vida con nosotros.
Ahora podemos dejar de imaginarnos a Dios allá lejos en el espacio infinito, y empezar a tomar conciencia de que Dios está, sobre todo, en nuestro poblado, en el barrio de la ciudad donde vivimos, en el bloque de apartamentos, entre nuestros vecinos.
Con este acontecimiento decisivo empieza para nuestro planeta una nueva época: «Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer» (Gál. 4: 4). Desde entonces, el evento más insólito o importante de la historia de nuestra humanidad no es que un puñado de hombres en unos barcos tan frágiles como cáscaras de nuez hayan dado la vuelta al mundo y descubierto nuevos continentes, o que un hombre haya caminado sobre la superficie de la Luna, sino que Dios haya venido a morar a nuestro planeta Tierra en la persona de Jesús de Nazaret.
Porque no vino en visita de cumplido. Vino para quedarse. Nos dio su vida, para enseñarnos a vivir aquí y ahora, e indicarnos el camino para vivir eternamente.
Cuando escribo estas líneas estamos terminando el año 2021. Ha sido tan duro para algunos por causa de la pandemia, que el gran deseo de muchos es que el año nuevo nos traiga un nuevo comienzo.
¡Qué mejor comienzo, Señor, que empezar cada día en tu compañía!

