
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres» (Lucas 4: 18).
Jesús dejó muy claro que su misión como Mesías, como enviado de Dios a un mundo lleno de injusticias, y que cualquier tarea realmente salvífica tenía que llevar consigo una clara dimensión social. Lo que implicaba, ante todo, buenas noticias para los pobres.
En cabeza de su programa estaba pues poner en práctica la exigencia divina expresada en Proverbios 31: 8: «¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos!» (NVI). Es decir: «Habla por los que no pueden hablar y defiende los derechos de los desamparados» (PDT). O como dice todavía otra versión: «¡Alza la voz por aquellos que no pueden alzarla por sí mismos, defiende a los indefensos!» (NBV).
Para todos los que deseamos ser seguidores de Cristo, esto significa que el aportar «buenas noticias a los pobres» tiene que formar parte de nuestro programa. Al asumir la obra de predicar el evangelio de salvación necesitamos asumir también sus implicaciones sociales. No podemos cruzarnos de brazos ante las injusticias como si eso no tuviera nada que ver con nuestro compromiso cristiano. No podemos permanecer indiferentes ante los que sufren y mirar hacia otro lado, limitando nuestro compromiso a un mensaje espiritual.
Como decía Martin Luther King Jr.: «Lo que más me duele no son los actos de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena».
Hay un conocido texto atribuido al pastor Martin Niemöller, y del que circulan varias versiones, que dice: «Primero vinieron los nazis a llevarse a los comunistas y yo guardé silencio porque yo no era comunista. Después vinieron a por los sindicalistas, y yo guardé silencio porque yo no era sindicalista. Luego vinieron a por los judíos, y yo me callé porque yo no era judío. Y cuando vinieron a por mí, no había nadie para protestar».
Sin embargo, no se trata necesariamente de manifestarse públicamente protestando con pancartas. Se trata mucho más de incluir la solidaridad en nuestro programa de vida. Desde la distribución de nuestro presupuesto —colaboración con algunas ONG, ofrendas o donaciones— hasta actos de voluntariado o de compromiso comunitario. Porque hay maneras de vivir —de consumir, de gastar o de actuar— que en lugar de reducir las desigualdades y las injusticias sociales siempre terminan por dar más poder a los más poderosos, y más dinero a los más ricos.
Señor, abre mis ojos para que vea qué puedo hacer para contribuir a «dar buenas noticias a los pobres».

