
De pura cepa
«Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí» (Juan 15: 4, NTV).
Nací y pasé buena parte de mis años mozos en una población que tenía muchos viñedos. Mis abuelos poseían una hermosa viña que me encantaba visitar en ocasión de la vendimia. Con ellos aprendí desde niño que al tronco de la vid se le llama «cepa». De él brotan los sarmientos, que son las ramas, y que en otras partes llaman pámpanos.
Mi abuelo no tenía cepas de vino, sino que todas sus cepas eran «de mesa», es decir, portadoras de uvas destinadas al consumo fresco.
Según los expertos, la cepa (es decir, la vid) es lo que le da al fruto su «carácter» (esa era la palabra exacta que ellos usaban en mi tierra), es decir, la calidad, el aroma, el sabor y las propiedades de la uva. La cepa es por lo tanto fundamental para determinar el carácter del fruto que se desea obtener.
Los pámpanos o sarmientos son las ramas de la vid de donde brotan las hojas, los zarcillos trepadores, las flores y los racimos de uvas. Los pámpanos tienen una conexión vital con la vid que le permite producir fruto. Cada año, en el momento de la poda, los sarmientos que no sirven para dar fruto se cortan. Recuerdo cómo yo los recogía y los unía en haces para llevarlos a casa y alimentar con ellos el fuego de la chimenea de mis abuelos. Los sarmientos, una vez cortados, ya solo servían para alimentar el fuego. La planta seguía viva, pero los pámpanos necesitaban estar unidos a la vid para vivir y para producir.
Nuestra conexión con Cristo es vital para llevar fruto e incluso para sobrevivir espiritualmente. Nuestra unión con la cepa nos da también el carácter de Cristo, ya que nos transmite la vida espiritual que nos hace ser cristianos.
Permanecer en Cristo es mucho más que permanecer en la iglesia, porque se puede pertenecer a una iglesia pero no estar unido a Cristo. Nuestra salvación no depende de cuán cerca parezca que nos encontremos del Salvador (un sarmiento cortado puede quedarse, por cualquier razón, al lado de la vid, como cuando se me olvidaba recoger alguno de los ya cortados), sino de nuestra profunda comunión con él.
En mi tierra, la expresión «ser de pura cepa» se usa para referirse a algo auténtico, genuino, de calidad inimitable.
Señor, quiero ser un cristiano de pura cepa. Me aferro a ti para vivir hoy de tu savia.