Matutina para Adultos, Sábado 01 de Mayo de 2021

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El mejor de todos los dones

“Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe” (1 Corintios 13:1).

El capítulo 13 de 1 Corintios es uno de los más extraordinarios de la Biblia y debe ser leído en continuidad con el argumento de Pablo presentado en el capítulo anterior. Los dones como el hablar en lenguas, profetizar, conocer los grandes misterios, tener una fe que sea capaz de mover montañas, ofrendar todo en favor de los pobres y morir como mártir son inferiores al don que es superior por excelencia: el don del amor.

Una persona puede profetizar de modo impresionante, enseñar de forma cautivadora, curar las más complejas enfermedades, hacer los milagros más espectaculares, pero si hace todo eso sin amor, esas acciones pierden su valor.

La versión de la Biblia El Mensaje rinde los primeros versos de este capítulo de esta manera: “Si hablo con elocuencia humana y con éxtasis propio de los ángeles y no tengo amor, no pasaré del crujido de una puerta oxidada. Si yo predico la Palabra de Dios con poder, revelando todos los misterios y dejando todo claro como el día, o si tengo fe para decirle a una montaña: ‘¡Salta!’ Y ella salta, pero no tengo amor, no seré nada. Puedo dar todo lo que tengo a los pobres y seguir para la hoguera como mártir, pero si no tengo amor, no llegué a ningún lugar. Así, no importa lo que diga, en lo que yo crea o lo que haga: sin amor, estoy destruido”.

Lo que el apóstol Pablo dice claramente es que el amor que nace en el corazón de Dios debe ser la única motivación que fundamente cualquier operación de los dones. ¿Por qué? Porque el amor que nace en el corazón de Dios es el que da sentido, validación y la orientación correcta a todo lo que los dones pueden llevarnos a realizar.

Todo lo que hagamos, por mejor intencionado que sea, permanece incompleto, porque un día todo será plenamente esclarecido a la luz del amor que se consolidó en el Calvario, y que aún permanece como misterio, porque nuestra mente no es capaz de comprender el amor de aquel que es el amor en persona: Jesucristo.

Elena de White asegura que cuando ese amor llena el corazón fluye hacia los demás, no como una devolución de favores sino como un principio de acción: 

“El amor cambia el carácter, domina los impulsos, vence la enemistad y ennoblece los afectos. Tal amor es tan ancho como el Universo y está en armonía con el amor de los ángeles que obran. Cuando se lo alberga en el corazón, este amor endulza la vida entera y vierte sus bendiciones en derredor” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 35).

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