El Dios de la familia
”Y dijo Dios el Señor: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda idónea’ ”.
(Génesis 2:18
No te culpo si, cuando leíste el versículo de hoy, enseguida pensaste que vamos a hablar del matrimonio; pero te pido que volvamos a leer estas palabras, para fijarnos ahora en lo que nos enseñan acerca de Dios.
Lo primero que nos dicen es que Dios sabe que no es bueno que los seres humanos estemos solos. Es un hecho constatable en la sociedad de hoy que muchas personas están solas, y llegan a creer que no le importan a Dios. Lo que es peor: hay quienes se atreven a sugerir que cuando alguien está pasando por momentos de soledad difíciles de sobrellevar, debería interpretarlos como señal de que Dios está mostrándole su desagrado. ¡Eso no es cierto! Mira nuevamente este retrato de Dios presentado en Génesis 2:18: Dios piensa que no es bueno que las personas estén solas y hace provisión para subsanar esa carencia. El Salmo 34:18 nos asegura que “el Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu”.
Tan pronto como creó al primer ser humano, Dios estableció que era un ser creado para vivir en comunidad y compañerismo. Por eso creó a continuación justamente la base de toda comunidad: la familia. Al crear el matrimonio y autorizar la reproducción sexual, el Señor hizo posible la convivencia en sociedad. Todo esto nos habla de un Dios que se ocupa de suplir cada una de nuestras necesidades; que nos creó no solo para su propio deleite, sino para que, mientras lo servimos y adoramos, podamos experimentar gozo, satisfacción y felicidad los unos con los otros. Sus palabras, “le haré una ayuda idónea”, lo retratan como un Dios comprometido con nuestro bienestar. Pero también lo retratan como un Dios que simpatiza con nuestras debilidades, puede identificar nuestras necesidades y, lo más importante, tiene provisión para cada una de ellas.
Es extraño que existan personas que amen más a su familia que a Dios, o que renieguen de su compromiso con Dios por agradar a su cónyuge (lee Luc. 14:26), cuando en realidad deberíamos ver tanto a nuestra pareja como a nuestra familia como el permanente testimonio de que un día Dios pensó en nosotros y no le gustó la idea de que viviéramos en soledad y aislamiento. En su sabiduría y poder, hizo provisión para que podamos disfrutar del cariño, la compañía y la afirmación de nuestros seres queridos.
Hoy es un buen día para glorificar a Dios con nuestra familia.
Me gustan los matinales y me encantaria todo material de escuela sabatica y jovenes.
Amén