Invencible
“Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ‘Sorbida es la muerte en victoria’ ” (1 Corintios 15:54).
Laura Hillenbrand resumió la vida de Louis Zamperini (1917-2014), un atleta estadounidense de origen italiano, en el libro Invencible: una historia de supervivencia, valor y resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el libro se convirtió en un best seller.
Louis tuvo una infancia difícil. Apoyado por la familia, se dedicó a entrenar arduamente, y dejó el alcohol y el tabaco. Así, comenzó a ganar carreras. En 1934 superó el récord escolar en una milla y logró una beca en la Universidad del Sur de California.
Compitió en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 en la modalidad de 5.000 metros. Clasificó en octavo lugar, y batió el récord de vuelta con 56 segundos. Era, con 19 años, el deportista olímpico estadounidense más joven.
Zamperini se alistó en el Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos en 1941. Fue enviado a la isla del Pacifico como bombardero. En 1943 se estrellaron en el océano. Murieron ocho de los once tripulantes.
Los tres sobrevivientes (él, McNamara y Phillips), con poca comida y sin agua, subsistieron sobre la base de agua de lluvia, peces y aves que comían crudos, mientras se defendían de los ataques constantes de tiburones y de tormentas. Fueron ametrallados varias veces por un bombardero japonés. McNamara murió después de 33 días en el mar.
El día 47 a la deriva, Zamperini y Phillips llegaron a las Islas Marshall, donde fueron capturados por la Marina Imperial Japonesa. Allí fueron prisioneros, severamente golpeados y maltratados, hasta el final de la guerra, en agosto de 1945.
Una historia para imitar por su valor inquebrantable y su espíritu invencible. Un luchador que pudo contra todo: prejuicios, injusticia, bombardeos, naufragio, hambre, tiburones, maltratos, ametralladoras, torturas, cárcel y odio. Casi venció todo; finalmente, la neumonía pudo con él.
Pablo dice que, cuando Jesús regrese, lo corruptible se vestirá de incorruptible; y lo mortal, de inmortal. El aguijón que nos ha inyectado el veneno mortal será destruido. El último sorbo del dolor será para terminar con el dolor. Será la muerte de la muerte. Desde allí seremos inquebrantables, invencibles e inmortales para siempre.