“Prepararles un lugar”
“Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar” (Juan 14:3, DHH).
En una de las promesas más conocidas de la Biblia, Jesús nos aseguró: “Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar” (Juan 14:3, DHH). Mientras que los discípulos supusieron que la partida del Señor era una separación definitiva, más bien dicha partida procuraba asegurar que ellos pudieran estar para siempre con su Señor. Por eso, a fin de superar ese momento de angustia, tenían que creer en las palabras de Jesús: “Voy, pues, a preparar lugar” (RVR 95). Y ese lugar estaría “en la casa de [su] Padre” (Juan 14:2).
Jesús ascendió al cielo, como nuestro “precursor”, a prepararnos ese espacio. El “precursor” es el que llega antes de la venida de otro; el que prepara el camino; el que hace que los que vienen detrás tengan un viaje más seguro; el que sale primero a fin de ayudar a los demás. ¡Qué bueno es saber que Jesús salió primero para garantizarnos un lugar en las “muchas moradas” que hay en el cielo! Tenemos que creer que estaremos allí; tenemos que creer que tenemos un lugar reservado en las mansiones celestiales. Ahora bien, si Cristo está en el cielo preparando un lugar para nosotros, ¿no indica eso que el mundo no es nuestro lugar? Mientras algunos nos afanamos y trabajamos arduamente, día y noche, para granjearnos un lugar en este mundo, Cristo ministra día y noche en el Santuario celestial para que tengamos un lugar en la casa de nuestro Padre. Este mundo no es nuestro hogar. Nuestro hogar está arriba; está en los cielos.
Cuando sintamos que en esta vida lo estamos perdiendo todo, recordemos que aquí no tenemos nada, que lo nuestro está en la casa del Padre, que lo nuestro está “arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col. 3:1).
Hoy tú puedes decir: “Tengo la mirada puesta en esas mansiones; no en las mansiones terrenales, porque en poco tiempo serán derribadas por el violento terremoto. Anhelo las mansiones celestiales que Cristo ha ido a preparar para los fieles” (Notas biográficas, p. 287).