Matutina para Adultos, Sábado 19 de Junio de 2021

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Milagros

“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo” (Gálatas 4:1).

En el capítulo 4 de Gálatas, Pablo presenta dos analogías: la del heredero y la de los dos hijos. El apóstol dice que cuando vino el cumplimiento del tiempo (Gál. 4:4) Dios envió a Jesucristo para rescatarnos y darnos la salvación. 

Cuando eso sucedió, el mundo estaba en paz, bajo un solo Gobierno. Los viajes por tierra y por mar eran relativamente seguros y rápidos. Había una lengua universal: el griego. Y las Sagradas Escrituras estaban disponibles en griego. Muchos estaban insatisfechos con sus creencias religiosas y ansiosos por la verdad sobre la vida y el destino humanos. Los judíos estaban dispersos por todas partes, y a pesar de sus imperfecciones daban testimonio del verdadero Dios. De todas partes del mundo iban a Jerusalén, y podrían llevar consigo, al regresar, la noticia de la venida del Mesías. La verdad es que Dios no podría haber escogido lugar ni tiempo más propicios para lanzar el mensaje del evangelio al mundo que aquel período de la historia.

El Señor nos rescata y adopta como sus hijos. Rescatar significa literalmente “comprar y redimir de la servidumbre o la esclavitud”.

Junto con la obra más importante de rescatar a los seres humanos del pecado, el cumplimiento por parte de Cristo de los tipos del sistema ceremonial también liberó a los judíos de la obligación adicional de ese sistema y de la maldición que recaía sobre todos los que buscaban la salvación por el cumplimiento de sus propios requisitos.

En la capital de una ciudad Sudamericana, cierta noche, mientras se efectuaban los servicios de recolección de residuos, ocurrió una historia impactante. El camión recolector tenía un compresor de la basura. Los servidores públicos iban caminando y corriendo junto al camión, y tomando las bolsas de residuos. De pronto, cuando uno de ellos estaba a punto de arrojar una bolsa más, percibió tenues movimientos. Abrió la bolsa y, alarmado, descubrió a una criatura de pocas semanas de vida. 

La locura de este mundo encegueció a alguien como para dejar a esa niña al borde de la muerte. Felizmente, fue socorrida y llevada al hospital. Así, salvaron su vida, y fue adoptada por la misma persona que la rescató, quien le puso como nombre Milagros.

El diablo nos colocó a todos en este mundo oscuro de pecado, con el propósito de compactarnos y destruirnos. Pero, en el cumplimiento de los tiempos, el recolector de nuestros pecados se transformó en el Rescatador de nuestra vida y en el Adoptador de nuestra existencia. 

No hay milagro mayor ni compromiso de amor tan grande que no sea vivir para aquel que vino a darnos vida en abundancia.

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