“Tú estarás conmigo”
“No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23:4).
Tras estar tan cansada que se sentía como “un carro bajo las gavillas”, la señora White se quedó profundamente dormida. Mientras dormía, soñó con un barco que navegaba en medio de una pesada neblina. De manera sorpresiva para todos, uno de los vigías exclamó: “¡Iceberg a la vista!” El témpano de hielo era impresionante, parecía “una elevada torre por encima del barco”. Ya no había tiempo para maniobrar y esquivar al impresionante gigante blanco, así que “una voz autorizada exclamó: ‘¡Hazle frente!’ ” A renglón seguido, la señora White escribió:
“No hubo un momento de vacilación. Se demandaba acción instantánea. El maquinista dio marcha a todo vapor y el timonel dirigió el barco directamente contra el iceberg. Con un crujido golpeó el témpano. Hubo una terrible sacudida, y el iceberg se rompió en muchos pedazos que cayeron sobre la cubierta con un estruendo semejante al trueno. Los pasajeros fueron violentamente sacudidos por la fuerza de la colisión, pero no se perdieron vidas. El navío se dañó, pero no sin remedio. Rebotó por el contacto, temblando de proa a popa como una criatura viviente. Entonces siguió adelante en su camino” (Mensajes selectos, t. 1, p. 250).
La vida está repleta de momentos así, cuando la única alternativa que existe es enfrentarnos cara a cara con nuestros problemas. Queramos o no, mientras vivamos en este pedazo de roca rebelde que llamamos planeta Tierra, nos toca lidiar con enfermedades, con problemas familiares, con crisis económicas. Todos hemos de enfrentar el “valle de sombra de muerte”. La clave no es esconder la mirada cuando vemos el iceberg; es hacerle frente con la fe y el valor con que lo hacía el salmista.
Cuando nos toque lidiar con un problema tan grande como “una elevada torre”, aferrémonos a estas palabras: “No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23:4). Sí, serás sacudido, tu vida se tambaleará, cicatrices quedarán como fiel registro de la lucha, pero Dios estará contigo y tu embarcación seguirá su ruta hacia el puerto del Cielo.
¿Cuál es el problema que te quita el sueño? ¿Qué es lo que ha atemorizado tu vida? Sea lo que fuere, Dios promete estar contigo y darte el aliento que necesitas para que tú también escuches la voz divina diciéndote: “¡Hazle frente!”