Él pasó la prueba primero
“El que no carga su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27).
Seguir a Cristo nos hará parecer extraños en este mundo. Muchas veces traerá consigo burlas, desprecio y la posibilidad de ser ridiculizados. Por eso se hace imposible que una persona cuya prioridad sea quedar bien con todos atemperándose a las circunstancias, pueda llegar a ser un discípulo de Jesús. “Seguir a Jesús no es para los pusilánimes. Muchas pruebas se encontrarán en el camino. Pero el costo de no ser discípulo es aún mayor: la perdición eterna”.22
Nuestro Dios ve la vida cristiana como un acto de valentía y responsabilidad. Evidentemente, él espera no que el mundo se acomode a nosotros, sino que, por su gracia, nosotros podamos vencer al mundo. Si queremos ser discípulos de Aquel que es el mismo ayer, hoy y por los siglos, no podemos ser personas que adapten su conducta a las circunstancias. Tanto Dios como los hombres deben saber que serviremos al Señor siempre, sean cuales fueren las consecuencias.
Un ejemplo bíblico de esta clase de discipulado son los jóvenes hebreos de los que nos habla el libro de Daniel. Sus enemigos creyeron que cuando la temperatura del horno se cambiara a una intensidad siete veces mayor de lo habitual, también la fe de ellos sufriría cambios y se vería reducida. Pero aquellos jóvenes habían decidido ser fieles a Dios en toda circunstancia y así lo hicieron. Su decisión no fue tomada durante la prueba, sino que era una firme determinación tomada a lo largo de años de relación con Dios. “No es necesario que te respondamos sobre este asunto, rey”, dijeron los jóvenes. Es decir: “Esto ya está decidido, esa respuesta ya tú la sabes, no serviremos a tus dioses. Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos. Y si no nos libra y nos toca morir, estamos listos. Indíquenos, por favor, dónde está la puerta del horno, que para allá vamos”.
En algún momento, el fuego del horno de tu vida se intensificará, poniendo a prueba de qué está hecho tu cristianismo. Por eso Jesús te advierte de que ser discípulo suyo es para gente dispuesta a llevar su cruz siempre. Pero, si te fijas, lo que él nos pide ya lo hizo por nosotros primero: la cruz que Dios espera que llevemos por él es apenas un pálido símbolo de la que él cargó por nosotros.
22* Comentario bíblico de Andrews, nota a Lucas 14:25-35.