
«Estén alerta, velen; porque no saben cuándo es el tiempo señalado» (Marcos 13: 33, NBLA).
Lo contrario de «estar alerta o atento» y de «velar» es estar distraídos. Y una de las características de nuestras sociedades llamadas «del bienestar» es precisamente la cantidad enorme de tiempo que nos quieren hacer invertir en distracciones relacionadas con el ocio: actividades recreativas, fiestas, juegos, deportes, espectáculos, pasatiempos, entretenimientos y mil formas de diversiones.
El informe Estado Móvil 2022, asegura que en España cada persona pasa un promedio de cinco horas diarias distraída ante algún tipo de pantalla. Y este país está muy lejos de encabezar la lista de los «pasatiempos». Según importantes investigaciones neurocientíficas, las horas pasadas ante el celular, el televisor, la tableta, internet, etcétera, sea en lo que sea (eso apenas importa), alteran nuestra percepción del tiempo: sentimos que se nos escurre de las manos, pero olvidamos muy rápido en qué lo hemos invertido.
El ingeniero Aza Raskin descubrió que el contenido del tiempo perdido en distracciones banales se olvida casi todo:
«Se escanea, pero no se lee; se ve, pero no se mira; se oye, pero apenas se escucha». Y el tiempo sigue pasando sin que nos demos cuenta. La memoria de las imágenes con las que dejamos que nos bombardeen el cerebro se borra muy rápido. Ante un aluvión de novedades aceleradas engullidas por minuto no podemos prestar atención a todo. Y cuanto más distraídos estamos, menos recordaremos y más se deformará nuestra percepción del tiempo. Philip A. Gable, profesor de Ciencias Psicológicas y del Cerebro de la Universidad de Delaware, estima que los aficionados a las pantallas, y en especial a los videojuegos, pierden entre tres y cinco veces más tiempo del que creen.
Peter U. Tse, profesor de Neurociencia Cognitiva del Dartmouth College, ha demostrado que cuanto más tiempo se dedica a «distraerse en ocupaciones virtuales» más problemas se tiene para gestionar el tiempo real, pues nos convertimos en «esclavos de la dopamina que proveen en pequeñas dosis los estímulos de internet».
En estos tiempos del fin, Jesús nos advierte de la importancia de «estar atentos y alerta» y no dejarnos distraer por todo lo que nos impida prepararnos para salir a su encuentro.
Si estamos distraídos en mil pasatiempos insensatos, o cuanto menos, intranscendentes es imposible estar atentos a la vez a la voz de Dios y a las señales de los tiempos. Henry D. Thoreau dijo: «No podemos matar el tiempo sin herir la eternidad». El profeta ya había advertido a los «distraídos», que el tiempo del que disponemos es limitado: «¡Pasó la siega, se acabó el verano, pero nosotros no hemos sido salvos!» (Jer. 8: 20).
Señor, que ese no sea mi caso. Mantenme atento a tu voz.

