Matutina para Adultos | Viernes 13 de junio de 2025 | Jesús pone a la mujer en su sitio

Matutina para Adultos | Viernes 13 de junio de 2025 | Jesús pone a la mujer en su sitio

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Matutina para Adultos

«Enseñaba Jesús en una sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, eres libre de tu enfermedad». Puso las manos sobre ella, y ella se enderezó al momento y glorificaba a Dios» (Lucas 13: 10-13).

Una pobre mujer sufre una dolencia que la obliga a andar con la espalda encorvada, sin poder enderezarse. Como si estuviese doblegada por una fuerza sobrenatural. Ella sabe que su presencia es detestada en la sinagoga, pero allí está ese sábado, medio escondida en el lugar reservado a las mujeres. Todo el mundo hace como si no la viera, porque temen que les contagie su mal.

Sin embargo, Jesús la ve. Nadie se oculta a su mirada de amor. Así que interrumpe su predicación, la llama y la hace venir hasta donde él se encuentra predicando, en el estrado de ese santo lugar. No la sana a distancia, sino que le impone las manos ante todos, expresando su deseo de que quede liberada (y no solo sana) de su mal. Porque para él su situación marginada es peor que muchas enfermedades. Y una vez enderezada, la mujer se pone a glorificar a Dios, allí mismo.

El jefe de la sinagoga considera que Jesús ha hecho allí y en sábado algo indebido: imponer las manos y sanar a una mujer que no es digna de tanto honor. Pero a Jesús le indigna esa reacción, como le indignan los que discriminan a otros a partir de sus prejuicios. Por eso le recuerda al arrogante jefe que esta mujer es también, como él, «hija de Abraham», es decir, heredera de todas las promesas hechas al patriarca y a sus descendientes (ver Gén. 12: 3), es decir, «coheredera de la gracia divina» (1 Ped. 3: 7).

Dios quiere ofrecer a todos sus hijos por igual sus bendiciones y su gracia: sanos y enfermos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres.

Jesús prosigue hoy su tarea de transformar vidas, de enderezar entuertos y de echar fuera los múltiples «demonios» que nos doblegan: dolencias personales, conflictos conyugales, tensiones familiares, discriminaciones de todo tipo, penurias económicas, dificultades laborales, crisis espirituales.

Su promesa sigue cumpliéndose cada día en quienes acuden a él, confiando en su promesa: «Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar» (Mat. 11: 28).

Señor, dame la empatía y el valor que necesito hoy para hacer mi parte en nuestra tarea común de «enderezar» a los doblegados de mi entorno.

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