“Es el regalo de Dios”
“Por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios” (Efesios 2:8, NVI).
¿Alguna vez has intentado abrir una puerta que no estaba cerrada? En cierta ocasión un grupo de amigos decidieron llevar a cabo un reencuentro especial en una hermosa casa de campo. Cuando llegaron al lugar, el dueño los recibió y les entregó las llaves. Tras despedirse del propietario, uno de ellos intentó abrir la puerta, pero no pudo. Le entregó la llave a otro para que intentara abrirla, pero tampoco pudo. Lleno de suficiencia propia, otro pidió la llave asegurando que él sí abriría la puerta, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Así que no tuvieron más alternativa que llamar al dueño y pedirle que regresara. Con mucha amabilidad el señor regresó, y sin mucho esfuerzo dio vueltas a la manija y la puerta quedó abierta. Los jóvenes, asombrados, le preguntaron por qué le había resultado tan fácil abrir; él respondió: “¡Es que la cerradura ya estaba abierta! Por eso la llave no giraba, porque ustedes querían hacer lo que yo ya había hecho”.
Esta experiencia ilustra la manera en que mucha gente concibe la salvación que Dios nos ha otorgado gratuitamente. A veces, como el fariseo de Lucas 18, pretendemos abrir la puerta de la salvación con nuestros propios méritos. Con la suficiencia propia que caracteriza a quienes procuran llegar al cielo basándose en sus obras, ese fariseo oraba y decía: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres –ladrones, malhechores, adúlteros– ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo” (Luc. 18:11, 12, NVI). Sus palabras me hacen recordar las del rabí Simeon ben Yohai: “Si no hay más que dos justos en el mundo, somos mi hijo y yo; y si no hay más que uno, ¡soy yo!”
Pablo expresó con suma claridad: “Por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios” (Efe. 2:8, NVI). John Stott señala que hay “aquí tres palabras fundamentales de la buena nueva cristiana: salvación, gracia y fe”.¹⁰²
La salvación es un regalo que nos llega por la gracia de Dios y que aceptamos porque tenemos fe en sus méritos, no en los nuestros. No tenemos ni que intentar abrir la puerta del cielo, el Señor ya la abrió por nosotros.
102 John Stott, El mensaje de Efesios, 2a ed. (Barcelona; Buenos Aires; La Paz: Ediciones Certeza Unida, 2006), p. 76.