Matutina para Adultos | Viernes 22 de agosto de 2025 | Perdón total

Matutina para Adultos | Viernes 22 de agosto de 2025 | Perdón total

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Matutina para Adultos

«Allí le llevaron un paralítico, tendido sobre una camilla. Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Ten ánimo, hijo; los pecados te son perdonados». Algunos de los escribas se decían a sí mismos: «Este blasfema». Pero

Jesús, que conocía los pensamientos de ellos, dijo: «¿Por qué piensan mal dentro de ustedes mismos? ¿Qué es más fácil?

¿Que le diga ‘los pecados te son perdonados’, o que le diga ‘levántate y anda’? Pues para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, entonces este le dice al paralítico: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa»» (Mateo 9: 2-6, RVC).

Una de nuestras luchas más difíciles de vencer es la que libramos contra nuestros propios sentimientos de culpa. Pero para Jesús, perdonar los pecados significa borrar completamente su registro y no acordarse más de ellos (ver Isa. 43: 25). El gran mensaje del evangelio es el anuncio de ese perdón total, que nos libera del terrible sentimiento de culpabilidad.

Brennan Manning, en su sorprendente libro The Ragamuffin Gospel, cuenta que en una ciudad del este del país se comentaba que una anciana decía hablar con Jesús. Estos rumores llegaron a los oídos del obispo y este decidió comprobar si era cierto, porque nunca es fácil distinguir la verdadera espiritualidad de las derivas fanáticas.

—¿Es cierto, señora, que usted habla con Jesús? —le preguntó el religioso.

—Sí —respondió ella simplemente.

—Entonces —dijo el hombre—, la próxima vez que hable con él, le ruego que le pida que le cuente todos los pecados que le he confesado en mi última confesión.

Sorprendida, la mujer respondió:

—¿De veras quiere que le pida a Jesús que me cuente sus pecados ya confesados?

—Exactamente. Solo él los conoce. Tan pronto como usted vuelva a hablar con Jesús, se lo pregunta. Unos días más tarde, la señora se encontró con el obispo y le dijo:

—Ya he vuelto a hablar con Jesús.

—¿Y qué? ¿Le hizo usted la pregunta que le pedí?

—Por supuesto. Le pedí que me dijera por qué pecados le había pedido usted perdón en su última confesión. Todo preocupado, el sacerdote exclamó:

—¿Y qué le respondió?

Entonces la señora, tomando la mano del religioso en la suya y mirándolo directamente a los ojos, dijo:

—Esto es exactamente lo que Jesús me dijo: «Mi querida: No los recuerdo».

Entonces el obispo entendió que, efectivamente, esta mujer hablaba con Jesús, y lo conocía mejor que él.

Señor, jamás podré agradecer debidamente tu increíble perdón. Enséñame a perdonar como tú.

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