“El Dios que me mantiene”
“El Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal bendiga a estos jóvenes” (Génesis 48:15, 16).
Muchos de los lectores de este libro están viviendo la segunda mitad de su vida; esa que comienza cuando ya pasamos la barrera de los cuarenta. Uno podría suponer que esta no será una época tan emocionante como pudo haber sido la primera parte de la vida, pero quizás ello diste mucho de lo que en realidad nos podría pasar.
Un estudio realizado durante más de tres mil partidos de fútbol profesional reveló que el 56 % de los goles se hicieron en la segunda mitad del partido, y que un 23 % de esos goles se produjeron en los últimos minutos. Asimismo, más de un 40 % de los tratos hechos entre clubes y jugadores se cerraron treinta segundos antes de que finalizara el plazo que se había asignado para la negociación.
Todos los que somos seguidores de un deporte sabemos que los minutos finales pueden acabar mejor de lo esperado. Hace unos años se publicó un estudio que demostraba que las últimas palabras de los pacientes terminales y de los condenados a muerte suelen contener un mensaje más positivo que el de aquellos que solo imaginan lo que dirán cuando les toque enfrentar ese momento.¹⁷⁷
Jacob constituye un buen ejemplo de cómo sacarle provecho a la segunda parte de la vida. Al comienzo de su vida, Jacob tenía una reputación dudosa, no tenía familia, ni hijos, ni posesiones; sin embargo, al final de la misma era un hombre sumamente bendecido en todos los ámbitos de la vida. De los labios de aquel que había usado su boca para engañar, al final de su vida solo salían palabras de bendición. Sus últimas palabras fueron para bendecir a sus nietos y a sus hijos. La bendición que les dio a sus nietos, los hijos de José, vale la pena recordarla hoy: “El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal bendiga a estos jóvenes” (Gén. 48:15, 16).
Dios sostuvo a Jacob en su juventud y en su vejez; el Ángel del Señor lo libró del mal en su juventud y en su vejez. Nuestro Padre siempre será el Dios que nos ha cuidado desde nuestro nacimiento hasta hoy.
177 Ben Healy, “All Good Things… Why we hate endings-and need them”, The Atlantic (noviembre de 2019), p. 18.